Algunos voceros manifiestan su inquietud por considerar que nuestra ciudadanía, organizaciones e instituciones, incluidas las públicas, son víctimas de turismofobia, que nos pueden hacer perder competitividad en los mercados turísticos. No niego la relevancia negativa de las manifestaciones, las últimas en los hoteles de Palma y en el aeropuerto. Pero considero absolutamente erróneo, además de falso, acusar al conjunto de ciudadanos y ciudadanas de Balears de fobia, odio o manía, al turismo. Es conocida la expresión "una mentira repetida cien veces se convierte en una verdad", en una posverdad.
La inmensa mayoría de nuestra ciudadanía, organizaciones e instituciones, no padecen turismofobia. Lo que pueden tener, y de hecho tienen, es fobia a "cierto" turismo y a determinados modos de gestionarlo. La Fundació Gadeso desde sus inicios se ha especializado en "escuchar" a los ciudadanos desde diversas perspectivas. Escuchar es la capacidad de captar, atender e interpretar la totalidad del mensaje del interlocutor. Los resultados de tales investigaciones se publican en Quaderns Gadeso. En el número 341 se refleja "La opiniò del ciutadans sobre el turismo (VIII)" (www.gadeso.org). Es posible que algunos políticos, empresarios turísticos y simples lectores piensen que tal opinión ciudadana carezca de interés o de valor. Pero la actividad turística en nuestra comunidad, nos plazca o no, nos afecta a todos y todas directa o indirectamente, positiva o negativamente. Una mayoría relevante opina que la actividad turística ha sido la base de nuestro bienestar y que sigue generando empleo. Lo que no es óbice para que seamos críticos con determinados ítems que están condicionando el vigente modelo turístico, y que pueden conducirnos a morir de éxito.
Las expectativas respeto a la presente temporada no son negativas. La mayoría considera que será menos positiva que la del 2017 tanto en número de visitantes como en rentabilidad empresarial. Nuestros empresarios turísticos se muestran inquietos porque sus previsiones de ocupación no se corresponden con el aumento del número de turistas (cfr. aeropuertos). La causa única no es la presencia de "nuevos" productos como viviendas vacacionales y/o el alquiler turístico, ni tampoco el aumento de precios (aunque también), ni sólo la presencia renovada de destinos alternativos. La otra concausa (quizás la más importante) es la reducción del tiempo de estancia media (se viaja más veces pero menos días) que "obliga" a que deba aumentar exponencialmente el número de turistas para garantizar cotas altas de ocupación. Nuestro modelo turístico no puede seguir basándose en el "número" ni en productos basados en mano de obra intensiva y sin formación adecuada.
Es imprescindible apostar por la desestacionalización, por la innovación y la diversificación, por la defensa y buena gestión (pública y privada) del territorio, naturaleza y medioambiente. Se reconoce que los empresarios han realizado relevantes inversiones en la mejora de sus establecimientos básicamente hoteleros. Pero la mejora de la clientela, evitando el turismo de borrachera, sólo será un hecho en base a una remodelación especialmente de las zonas turísticas maduras que debe involucrar no sólo a los establecimientos de alojamiento sino también a las ofertas y productos incluidos en la denominada oferta complementaria así como a las diversas administraciones públicas. Algunas zonas han emprendido la tarea, otras no.
Podemos morir de éxito, por exceso o por defecto, a pesar de nuestras múltiples bondades y fortalezas. Turismofóbicos haberlos haylos, pero no son ni relevantes ni significativos. Los enemigos del turismo no son los ciudadanos,ni las organizaciones ni las instituciones, que manifiestan cierta inquietud por la fragilidad de nuestro territorio y de nuestros recursos (que ya comienzan a percibir también nuestros clientes).Antes al contrario, los enemigos reales del turismo son los que propician un crecimiento sin límite de la actividad turística, sin inquietarles lo más mínimo que ésta sea sostenible (o no) a medio y largo plazo. A estos siempre les quedará Costa Rica, Bali o Marruecos. Ahora los populares se han adherido a la turismofilia (¡amantes del turismo!), olvidando que hay amores que matan.