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Antonio Papell

La renovación conservadora del PP

La renovación del PP ha comenzado en realidad con la decisión, forzada por la opinión pública, de utilizar un procedimiento de primarias para resolver la sucesión tras la retirada de Rajoy. El proceso, que ha servido además para conocer la verdadera envergadura del partido conservador -sus imaginarios 870.000 militantes han quedado reducidos a poco más de 60.000- ha abierto puertas y ventanas y ha colocado a cada cual en su lugar. También a Aznar, proscrito de hecho por sus propios conmilitones en un edípico experimento sin parangón por estos pagos.

La renovación venía dada, además, por la propia cronología: Soraya tiene 47 años y Casado 37 (los que tenía Aznar cuando recibió de manos de Fraga la presidencia del partido). Cuando Aznar llegó al gobierno tenían 25 y 15 años respectivamente. Ninguno de los dos ha convivido con la etapa negra de la corrupción sistémica. Cualquiera de los dos hubiera valido para cerrar este capítulo siniestro, que todavía tiene un cierto recorrido en el terreno judicial, que ha destruido el crédito del partido y que ha asolado sus sucursales en algunas comunidades autónomas, como la valenciana.

Tampoco existía una distancia verdaderamente mensurable entre ambos en el terreno ideológico, porque la filiación conocida de ambos es sólo tendencial, sin definiciones rotundas: Soraya representaba la prolongación de la línea Rajoy -un pragmatismo liberal vacuo y nada intervencionista-, en tanto Casado, quizá más por contraste que por convicción, estaría más cerca de Aznar, ultraliberal radical en lo económico y escéptico en lo moral.

Sea como sea, el significado ideológico de la victoria de Pablo Casado tendrá que perfilarse en las primeras semanas ya que, aunque ha mostrado ciertos matices que anuncian un evidente giro conservador -manifestaciones contra la eutanasia, en contra de la regulación del aborto mediante una ley de plazos, a favor del endurecimiento del código penal para defender la unidad de España, en contra del acercamiento de presos, a favor de bajadas indiscriminadas de impuestos-, al alcance real del viraje tiene que ser aclarado todavía.

De cualquier modo, Casado, que fue jefe de gabinete de Aznar en FAES, deberá acotar antes o después su espacio político, y de ello dependerá su posición en el espectro ideológico. De momento, este giro a estribor es una buena noticia para Ciudadanos, que necesita imperativamente adueñarse del centro-derecha para sobrevivir, después de haber perdido definitivamente el centro-izquierda tras la llegada de Sánchez al poder. Y Casado tendrá que explicar su fraternidad ostensible con Adolfo Suárez júnior y las reiteradas menciones a su padre, toda vez que el autor de la Transición nada tenía que ver con el PP, como quedó claro no sólo durante su etapa en el poder sino durante su dilatada travesía parlamentaria. Y no parece que las apuestas de futuro de Casado sean precisamente centristas.

Durante la campaña de las primarias, Casado y su equipo han criticado más o menos veladamente la política de Rajoy-Soraya en Cataluña, hasta el extremo de que la intervención de Rajoy en su discurso de inauguración del Congreso ha sido una rotunda reivindicación de su manera de aplicar el artículo 155. Habrá que ver cuál es la posición de Casado ahora desde la oposición, ya que el asunto sigue requiriendo políticas de Estado.

El PP se ha renovado pero la vida sigue y todavía le aguardan al partido conservador bastantes malos tragos judiciales, ya que no ha terminado ni mucho menos la depuración de toda la historia de corrupción que arrastra. Y el propio Casado, quien como se sabe obtuvo un máster con asombrosa facilidad antes de que lo consiguiera también la expresidenta de la Comunidad madrileña Cristina Cifuentes, no ha lavado completamente su expediente en este asunto, que costó la carrera política a Cifuentes y que en su caso se halla bajo investigación. Sea como sea, es saludable que el gran partido de la derecha española exhiba fuerza y vitalidad y se disponga a recuperar su papel representante de todo un hemisferio ideológico. La estabilidad democrática requiere que los grandes partidos gocen de buena salud y se carguen de legitimidad. Ojalá que en este caso el tiempo confirme que el PP ha acertado en sus decisiones.

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