Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joan Riera

TEMPUS EST IOCUNDUM

Joan Riera

La leyenda negra del turismo

El éxito tiene siempre su cara oscura. Y si no, se inventa. El triunfo de una persona, de un colectivo o de una idea es menospreciado sistemáticamente por quienes se sienten al margen de la victoria. Ocurre con la leyenda negra, creada como arma de desprestigio de España cuando dominaba el mundo. Lo retrata María Elvira Roca en su libro Imperiofobia. Nada distinto a lo que sucedió con el Imperio Romano o como ocurre ahora con Estados Unidos, según despelleja la historiadora.

En otro nivel se encuentran las insinuaciones de dopaje lanzadas contra Rafel Nadal por la ministra francesa Roselyne Bachelot o los comentarios frecuentes que atribuyen a los árbitros los triunfos de grandes equipos como el Barça de Pep Guardiola o el Real Madrid de Zinedine Zidane. Los tópicos atribuidos al pueblo vecino, a otras regiones o a los extranjeros buscan la misma finalidad: empequeñecer al otro para justificar las carencias propias.

El hecho de que el turismo mallorquín ya arrastre su propia leyenda negra es una demostración de éxito. Un triunfo que revertió las corrientes migratorias en la isla, que ha disparado su riqueza y que ha propiciado el mestizaje de sus gentes. Por supuesto, también hay una cara oscura.

Nuestra leyenda negra, rebautizada como turismofobia, engrandece el turismo. Sin embargo, corremos el riesgo de que el ensalzamiento de los aspectos negativos acabe minimizando los beneficios.

Existe un grupúsculo que se dedica a demostrar públicamente su rechazo a la llegada de turistas. El año pasado se manifestaron en el moll vell de Palma y llenaron de pintadas el casco antiguo. Hace una semana una decena de personas se concentraron en Son Sant Joan con una pancarta en la que se leía " Tourism kills Mallorca". Simultáneamente aparecieron pintadas en varios hoteles del centro histórico con textos como " Hotels fora del barri" y similares.

Sin negar que todo exceso es malo, los manifestantes y los pintores de lemas deberían tener en cuenta algunas consideraciones. Su concentración en el aeropuerto yerra los destinatarios. El turista que llega a la isla no es culpable de que "un vuelo por minuto sea insostenible", ni de que el turismo de masas provoque precariedad laboral, ni de que "quien ama Mallorca no la destruye", por citar otras pancartas que se exhibían. Los manifestantes tendrían que haberse concentrado ante la Delegación del Gobierno, el Consolat de la Mar, la conselleria de Turismo, el Parlament o la sede de AENA en Madrid.

Ningún turista que ha pagado su avión, su paquete o su alquiler "asesina" Mallorca. Si se desea seguir con la palabra, quienes "asesinan" la isla son los que aprueban normas urbanísticas y leyes. El lugar elegido para la concentración solo es carnaza para la prensa sensacionalista y para los competidores. Si no fuera disparatado, se podría argumentar que sus apoyos proceden de los destinos rivales de la isla.

Quienes pintan su rechazo a la actividad hotelera en las fachadas del la ciudad antigua cometen un triple error. Primero, son cómplices de los grafiteros que con sus espráis ensucian edificios históricos. Segundo, olvidan que hace años que la mayoría de los palmesanos han dado la espalda al casco histórico. Han huido hacia la periferia, hacia el adosado o hacia el piso del Eixample. Sin la inversión turística nos encontraríamos ante edificios ruinosos que a nadie interesarían. El problema de la vivienda nada tiene que ver con los hoteles boutique. Tercero, puestos a elegir, mejor la actividad de alojamiento que la industrial -desde curtidores a zapateros- que ocupó tradicionalmente este barrio.

Nuestra oferta turística debe ser objeto de crítica constante. Un análisis que busque paliar sus efectos negativos y mejorar sus aportaciones. Los manifestantes en el aeropuerto y los que pintarrajean paredes hacen ruido, pero nada aportan al debate turístico.

Compartir el artículo

stats