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Política "made in Spain"

La necesidad de "un análisis concreto de la realidad concreta"

La difusión, vía Twitter, de unas imágenes del presidente Sánchez en el avión Falcon oficial, en mangas de camisa y con unas estilosas gafas de sol, nos muestra dos cosas: la magnífica labor que están realizando los asesores de imagen del presidente y un cierto "papanatismo" de nuestros políticos y, sobre todo de sus equipos de asesores, al intentar copiar y transponer, sin más, los usos y costumbres de la política norteamericana a nuestro país.

Vaya por delante mi admiración, de sobra conocida, por la política y los políticos estadounidenses, pero de eso a intentar trasladar miméticamente, las maneras y modos de actuación kennedyanos al actual inquilino de la Moncloa, media un abismo. El pasado mes de mayo, el partido político Ciudadanos organizó un evento, a mayor gloria de su líder, Albert Rivera. El joven y prometedor político catalán iba a pronunciar un discurso que pretendía ser histórico.

Rivera intentaba, así, definir nítidamente lo que constituye el núcleo central de su pensamiento político. Sin embargo, cuando, en un tono evocador, Albert Rivera señaló que "recorriendo España, yo no veo rojos o azules, yo veo españoles; yo no veo, como se dice, jóvenes o mayores, yo veo españoles", lo que estaba haciendo, en realidad, era plagiar descaradamente el discurso pronunciado por Barack Obama en la Convención del Partido Demócrata, en el año 2004, en el que, el por aquel entonces neófito senador por Illinois, declaró aquello de: "(€) Pues yo les digo esta noche que no existen un Estados Unidos liberal y un Estados Unidos conservador, existen los Estados Unidos de América.

No existen un Estados Unidos negro y un Estados Unidos blanco y un Estados Unidos latino y otro asiático. Existen los Estados Unidos de América." Tal y como nos cuenta el periodista David Remnick, en su obra El puente, tras ese discurso de apertura pronunciado por un semidesconocido Obama en aquella Convención Nacional Demócrata de Boston, en la que se nominó al senador Kerry como candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, muchos de los presentes entre el público, incluida Hillary Clinton, reconocieron que acababan de conocer a un joven político de extraordinario talento.

Y, sin embargo, lo que en Estados Unidos se interpretó como un discurso netamente progresista, pronunciado por un prometedor político negro, situado en el ala moderada del Partido Demócrata, en España sonó como el mensaje de un político que se escoraba definitivamente a la derecha, en busca del voto más conservador, y en el que algunos, creyeron ver, incluso, resonancias joseantonianas, por aquello de la superación de las "dos Españas". Así, lo que en Iowa o en Pensilvania se entendió como una llamada a la superación de las diferencias raciales y sociales que aún hoy perduran en los Estados Unidos, en Ciudad Real o en Tarragona se interpretó en clave territorial, como el intento de un político reaccionario de acabar con las especificidades nacionales recogidas en nuestro sistema constitucional, en aras de una sacrosanta unidad nacional.

Por ello, como atento observador de la política norteamericana y como apasionado de la "cosa pública", me atrevo a dar un consejo a todos esos "aprendices de brujo", "gurús" de la comunicación política y, al parecer, consejeros áulicos de nuestros representantes, y es que nunca, nunca, y bajo ningún concepto, se deben trasladar, sin más, los usos, maneras y discursos políticos de otros países al nuestro. Y ello, porque, como estas nuevas estrellas del firmamento político y mediático deberían saber, en la política, como en la vida, el contexto, las circunstancias, o lo que los viejos marxistas como yo denominábamos la superestructura, lo son todo.

Y en vez de asistir a uno de esos cursos de verano impartidos por las universidades de la Ivy League a precio de oro, en algún instituto o fundación de nuestro país, todos esos consejeros y asesores de la última hornada harían bien en seguir los consejos del viejo Vladimir Ilich Ulianov, cuando dijo aquello de que para interpretar bien la realidad política se debe llevar a cabo, "un análisis concreto de la realidad concreta". Y ello, porque como ya nos advirtió el president Tarradelllas, "en política se puede hacer de todo, menos el ridículo". Pues eso.

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