Diario de Mallorca

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El error, la distracción, la falta de luces o la perversidad de dos diputados ha impedido elegir los nuevos representantes del Senado en el consejo de administración del ente público Radiotelevisión Española (RTVE). La falta de tales consejeros impide que se complete dicho consejo y se proceda a la elección de su presidente. Sin consejeros y sin nadie que los presida, un administrador único habrá de encargarse de dirigir RTVE hasta que una nueva ley permita que los medios públicos españoles se parezcan en algo a los británicos, situando en el consejo no a los representantes políticos sino a quienes saben de radio y televisión. Hemos visto representada, pues, la metáfora causal aquella que hablaba del clavo que hizo caer una herradura, del caballo que quedó inútil en consecuencia, del general que, descabalgado, perdió la batalla y de cómo semejante derrota acabó con Napoleón. Lo que pasa es que la historia del emperador destronado nos viene grande. Se le podría dar la vuelta: mantenemos el comisariado político de siempre en RTVE porque los diputados no supieron hacer sus deberes; eso es todo.

Salvo que la teoría conspirativa sea cierta y haya dos traidores que impusieron la derrota del Gobierno en las Cortes, cosa un tanto traída por los pelos, hay que volver a la hipótesis del error. La práctica totalidad de los diarios la han dado por buena pero, en mi opinión, sin abundar lo bastante en su análisis. Si dos diputados -nadie ha añadido la coletilla de "o diputadas" en este caso- se confundieron de papeleta, me temo que el problema es mucho más serio que el de la falta de renovación de la cúpula de RTVE. Se trataba de elegir primero a los consejeros y luego a su presidente. Como todo estaba en teoría atado y bien atado, con una candidatura única pactada de antemano como corresponde a la democracia espléndida que la moción de censura ha impuesto, la elección no era tan difícil: o una papeleta, o la otra. Pues bien, los dos diputados equivocados no fueron capaces de pasar ni siquiera esa prueba. Con lo que cabe plantearse si pasarían el test de Turing, ése que pretende determinar hasta qué punto una máquina es inteligente. Dicho de otro modo, como es obvio que los diputados protagonistas de la torpeza no distinguen entre la mano derecha y la izquierda, ¿serán por ventura capaces de pasar los tests que incluyen algunas páginas web para comprobar si es humano quien las visita? Letras distorsionadas; cuadrículas en la imagen para determinar dónde quedan las señales de tráfico€ Demasiado difícil, sin duda, y hasta ilegal porque, ¿a santo de qué habrían de demostrar sus señorías que no son máquinas? El episodio ya ha dejado claro que, si fuesen neveras o lavavajillas, buscaríamos otra marca.

Con lo que por fin se nos explica por qué, con unos pocos años sentándose en el escaño, los diputados tienen derecho a la pensión máxima. Sería cruel obligarles a trabajar en un oficio tan complicado como el que implica tener que echarle al automóvil o bien diésel, o gasolina normal.

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