La ministra de Economía, Nadia Calviño, acaba de negociar con Bruselas una ralentización de la convergencia con Bruselas mediante un retraso del aterrizaje del déficit. Una vez que España ha bajado del límite del 3% pasado el cual, según los tratados, seríamos objeto de un expediente de déficit excesivo, no ha habido problema para que el comisario Moscovici haya autorizado esta modificación, que por otra parte venía obligada por la irrealidad de los presupuestos aprobados, cuyo cumplimiento requería un recorte de unos 10.000 millones de euros (el 0,9% del PIB).
Pero que nadie se alarme: esta vez, el desajuste no se corregirá mediante nuevos recortes que los más débiles hayan de endosar mediante copagos, o los funcionarios a través de congelaciones salariales, o todos los ciudadanos por medio de indecentes regateos en la sanidad o en el sistema educativo: ahora el equilibrio se buscará por el lado del gasto, mediante nuevos impuestos a las tecnológicas, unos topes mínimos en el impuesto de sociedades, posible gravamen a la banca, recargo sobre el diésel?
Esta es la diferencia entre una sensibilidad socialdemócrata, que está convencida de que la buena calidad de los servicios públicos y de la asistencia social es un objetivo preferente que nos iguala a todos, frente a la alternativa conservadora.
