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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Crónicas estivales (2): Mirando hacia atrás sin ira

En momentos "licuosos", confusos y cambiantes como los actuales, impera el miedo al naufragio y nos amarramos a cualquier amarre (valga la redundancia) que nos ofrezca seguridades. Frente a la duda nos aferramos a cualquier posverdad, sea cual sea su naturaleza. El diccionario Oxford eligió en 2016 precisamente a la "posverdad" como palabra del año, refiriéndose a las "circunstancias y medios en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales". Se podría decir que es simplemente una mentira disfrazada, pero es algo más peligroso: es una mentira emotiva. Y toma carta de ciudadanía, no sólo pero también, a través de las redes sociales y comunicacionales (Facebook, WhatsApp, Instagram, blogs, Twitter€). El fake, la falsedad, es la verdad a medias, el globo sonda, la intoxicación, el chisme, la patraña, la calumnia, la descalificación, y otros ítems.

Dicho lo cual, todos nos montamos nuestras propias posverdades. Y precisamente pretendo aprovechar mis vacaciones estivales para reencontrarme con personas cuya opinión me merece respeto aunque no coincida con ellas. Contrastar "mis" verdades" con otras, simplemente para no concluir en fanatismos infantiles, en más de lo mismo, y/o en simple verborrea. Huir de mis posverdades, y recuperar la capacidad de duda como elemento básico de la existencia humana.

En esta segunda crónica estival voy a referirme explícitamente a dos posverdades inmersas en pretendidas verdades irrefutables. Primera posverdad, mirando atrás con ira, se refiere a la transición democrática y a sus autores, incluida su Constitución. Hoy es una posverdad consolidada en amplios sectores que tal transición fue una farsa y traición condicionada por los franquistas. No pretendo mirar hacia atrás con nostalgia, ni tampoco consolarme con el falso aforismo "Contra Franco vivíamos mejor". La realidad es que la ruptura democrática no fue posible. Entre las fuerzas políticas democráticas existentes sólo la izquierda exigía un regreso a la democracia sin adjetivos (95%), frente a un 60% del centro, y un 30% de la derecha. El franquismo vivo y real propiciaba un continuismo con la colaboración de los poderes fácticos. Y no olvidemos que Franco murió en su cama. No fue posible la ruptura y tuvo que optarse por una reforma que se explicita en la Constitución del 78 homologable y homologada con las propias de los países democráticos homologables con las democracias de nuestro entorno europeo (países de la Unión Europea).

Sin duda tal Constitución fue útil entonces. Pero, sin olvidar el intento de golpe de estado del 23-F, probablemente no tuvimos coraje para aplicarle reformas necesarias tal como lo hicieron otras democracias. Es cierto que hoy el texto constitucional no tiene capacidad de dar respuestas a las realidades y problemáticas del siglo XXI. Desde la división de poderes herida en sus raíces y en sus aplicaciones, hasta un Estado de las Autonomías obsoleto y caduco. No resultará fácil obtener las imprescindibles mayorías cualificadas y en las reticencias de la derecha. Será necesario consensuar, como mínimo, reformas parciales significativas.

Concluyo con una breve alusión al uso indiscriminado del término "fascista". Como resultado de la "perversa" Transición, la situación política española se califica como fascista. Esta Posverdad no es cierta, a pesar de sus múltiples déficits democráticos, entre otros (no el único) judicializar la política y/o el tratamiento penal de la libertad de expresión. Pero, además la "verdad", no reside en único cubículo; el que discrepa de mis opiniones no es necesariamente un fascista.

Sin ser la única expresión, el mal llamado problema catalán ha focalizado posturas y actitudes en ambos extremos. Pero últimamente parece que se ha entrado en una nueva fase con síntomas un tanto más esperanzadores, aunque la sentencia de los tribunales alemanes incluye nuevos factores de desacuerdo. Sin renunciar ninguna de las partes a sus objetivos políticos, como mínimo dialogan e incluso han constituido grupos de trabajo mixtos. Actitudes que han soliviantado a los extremos: la CUP y Ciudadanos. Si pretendemos afrontar un futuro con un mínimo de racionalidad tendremos que habituarnos a mirar el pasado (y el presente) sin ira. Léase voluntad y capacidad de escucha, de diálogo, de acuerdo, de consenso.

Es muy probable que mis "reflexiones" no agraden ni a tirios ni a troyanos. Pero a la vejez, viruelas.

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