Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El error de Ciudadanos

Ciudadanos, la formación nacida en Cataluña como meritoria reacción intelectual (después política) a la reconcentración nacionalista que se mantuvo al formarse el gobierno tripartito tras las elecciones autonómicas catalanas de 2003, realizó exitosamente, de la mano de Albert Rivera, el salto a la política nacional, pasando a ser la cuarta fuerza estatal en las elecciones sucesivas de 2015 y de 2016. En las de 2015 logró el 13,94% de los votos y 40 escaños y en las de 2016, el 13,06% y 32 escaños. Tras las elecciones de 2015 pactó con el PSOE y respaldó la investidura frustrada de Pedro Sánchez, quien se hubiera convertido entonces en presidente del Gobierno si Podemos le hubiera apoyado. Fue la negativa de Pablo Iglesias la que auspició el agónico proceso posterior, con Rajoy aún en la presidencia del Gobierno.

Durante el periodo ulterior a la investidura de Rajoy en junio de 2016, Ciudadanos llevó a cabo un reposicionamiento ideológico. Desde su creación, se había ubicado en el centro del espectro y concilió las etiquetas liberal y socialdemócrata, en una actitud propia de los partidos bisagra europeos. Aquella ambigüedad calculada le permitía pactar por ambos lados, de forma que tras las últimas elecciones generales no tuvo inconveniente en aliarse con el PP de Rajoy como complemento indispensable de una mayoría de centro derecha. Como se recordará, en aquella coyuntura el PSOE se dividió y un sector socialista, que después quedo en minoría, se sumó a los conservadores en aras de una supuesta estabilidad.

Pronto fue manifiesto que Rajoy, sumamente debilitado por su escasa potencia parlamentaria pero sobre todo por la acumulación de sentencias adversas por episodios de corrupción, carecería prácticamente de capacidad de iniciativa. El PSOE, que había padecido la colosal fractura de la que Pedro Sánchez se recuperó en las urnas, tampoco conseguía gran visibilidad (entre otras razones, porque en la contienda Sánchez hubo de renunciar al escaño). Pronto las encuestas revelaron que Ciudadanos se estaba apoderando de gran parte del espacio que en otro tiempo había ocupado el PP. Y Rivera, para facilitar el reemplazo, prescindió de sus atributos socialdemócratas para realzar los liberales. La decadencia del PP hacía verosímil la apuesta de Ciudadanos de adueñarse del hemisferio derecho del espectro, una vez que se hubiera producido el eclipse por consunción del viejo PP.

Pero llegó súbitamente, de forma inesperada, la moción de censura, imprevista por todos, extremadamente inoportuna para Ciudadanos. El PP, creyendo que las prisas le favorecían, abrevió los trámites y aceleró el procedimiento, lo que facilitó la convergencia espontánea de voluntades a favor del cambio. Y en brevísimo plazo, el PSOE se hacía con el gobierno del Estado mientras el PP, liberado de Rajoy y de su propia historia, emprendía un proceso integral de renovación que alejaba viejos fantasmas y ponía a su alcance la recuperación de la iniciativa y del protagonismo perdidos. En cierta medida, la arriesgada y súbita decisión del PSOE ha sido providencial para el Partido Popular, que se abocaba al desastre (las últimas encuestas, le ubicaban por debajo del 20% en unas hipotéticas elecciones generales) y que ahora tiene ocasión de recuperarse, de la mano de Soraya o de Casado.

Evidentemente, Ciudadanos, que no se adhirió a la moción de censura (con lo que desistió de su regeneracionismo y se puso en evidencia ante la ciudadanía que veía con mayoritario alborozo la profilaxis que estaba teniendo lugar), quedó en tierra de nadie. El PSOE resurgía de sus cenizas tras la audaz operación y un proceso muy bien medido de instalación en las instituciones del Estado, haciendo gala de un banquillo muy poblado. Y el PP está en plena renovación, a cargo de las nuevas generaciones, lo que augura que muy probablemente logrará la ansiada resurrección y la recuperación de buena parte de su electorado tradicional.

Si Ciudadanos se obstina en pretender competir con el PP para sustituirlo, probablemente perderá la batalla. Su única opción es de la radicalidad a la vieja usanza, basada en las soluciones independientes y originales, a medio camino, de nuevo, entre el liberalismo y la socialdemocracia. En este espacio central podría aspirar de nuevo a desempeñar un papel arbitral.

Compartir el artículo

stats