Carmen Gozález, investigadora del Instituto Elcano, ha analizado el posible deterioro de la imagen de España a raíz de la difusión, por el soberanismo catalán, de una visión sesgada en la que nuestro país aparece como un estado autoritario en el que hay exiliados y presos políticos. El infundio era peligroso porque ha sido lanzado por una minoría que juega con la épica autodeterminista, que siempre suscita simpatías entre los incautos que no se paran a pensar si el problema estriba en la existencia de un supuesto opresor o en el egoísmo de las demandas que provocan la fractura. En nuestro caso, debe haber sido la transparencia europea la que ha hecho posible que se conozca con suficiente pormenor lo que realmente está sucediendo en Cataluña, de forma que las simpatías no se han decantado acríticamente hacia los secesionistas. De hecho, el nacionalismo sigue sin tener buen cartel en la UE porque aún se recuerda vivamente que las dos grandes guerras mundiales y las atrocidades del nazismo tuvieron ese origen.
En definitiva, la investigadora llega a la conclusión de que la campaña de descrédito emprendida por Puigdemont y sus secuaces no ha tenido éxito alguno. Eso es lo que se deduce de los datos de la última edición del Country RepTrak, una encuesta que se realiza anualmente entre los países del G7, Rusia, y varios países europeos y latinoamericanos. La comparación entre los datos obtenidos a comienzos del 2017 y a comienzos del 2018 muestra que el prestigio de España no ha sufrido en este periodo. Tomen nota quienes pensaban que podían ganar la batalla de la opinión pública.
