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Soraya Sáenz de Épiro

Casado podría ser un buen número dos para el partido: joven y con buena imagen entre los suyos, con mucho tiempo por delante, y que ya habría dado un paso de gigante en su carrera política con este proceso de primarias.

Pero las diferencias entre ambos son demasiado pequeñas y la situación está muy enconada como para que Santamaría logre imponer esa fórmula. Sobre todo, porque es vista por muchos en el PP como una advenediza recién llegada, fichada directamente por Mariano Rajoy, y sólo después incorporada formalmente al PP (de cuyos problemas, en apariencia, siempre se ha desentendido). Si venciese, difícilmente lograría mantener la unidad del partido, dados los enemigos que se ha buscado en él, que son muchos y de diversa índole.

Sin embargo, Santamaría cuenta con un incómodo plus para su partido, si no es investida presidenta del PP: es la candidata más votada. Y el PP lleva años insistiendo, de forma machacona, en que «debe gobernar el más votado». Porque es habitual, en elecciones municipales, autonómicas y generales, y sobre todo lo es en los últimos tiempos, con la aparición de los partidos emergentes, que el PP no logre gobernar, a pesar de ser la lista con mayor número de votos.

Pero ganar, en un régimen parlamentario y en un sistema proporcional, puede ser un espejismo si se gana con mayoría relativa. Si no se consigue forjar una mayoría más amplia que la alternativa que presenten las demás opciones, es también una victoria pírrica. El PP lleva años confundiendo deliberadamente un régimen parlamentario con uno presidencialista, y un sistema electoral proporcional con uno mayoritario.

Es una confusión con la que hoy van a toparse muchos: ¿aceptará la sociedad española que en el PP no se respete a la candidata más votada, sustituida por un oscuro pacto en un despacho del segundo y la tercera? Probablemente, sí; pero a ver con qué cara vuelve a quejarse el PP de que no gobierne la candidatura más votada, si finalmente es Pablo Casado el elegido. Quizás puedan consolarse pensando que, visto lo visto, es poco probable que vuelvan a ser los más votados en muchas de las plazas en donde hasta ahora solían serlo.

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