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Antonio Papell

Arranca el diálogo catalán

Los papeles que ayer desarrollaron Sánchez y Torra en el curso de su entrevista estaban distribuidos de antemano, pero nadie podía prever si la representación concluiría con éxito, es decir, en forma de una aproximación entre los viejos y rocosos antagonistas. El presidente catalán debía mantener (o aparentar, de cara a la galería) un doble lenguaje contradictorio: por una parte, no tenía más remedio que dejar sentado, como premisa irrenunciable y previa, que el objetivo del soberanismo es la independencia, de forma que la reclamación del derecho de autodeterminación es esencial. El presidente Sánchez, por su parte, tenía que resignarse a escuchar la consabida e inútil demanda, a sabiendas de que en esta ocasión la retórica era parte de la política y que estaba destinada al consumo interno de los catalanes más exigentes. Por supuesto, la cortés negativa del presidente del Gobierno no había de impedir que el encuentro avanzara y que se introdujera por los parajes más trillados de la relación bilateral.

El objetivo claro de Sánchez, compartido secretamente por Torra, era abrir una relación política que permita un aterrizaje suave del independentismo en su retorno discreto al autonomismo, de forma que Cataluña participe activamente lo antes posible en la reordenación de la financiación autonómica y, a la vista del fracaso sin paliativos de la intentona separatista, se minimicen los daños a largo plazo. Lógicamente, Torra conocía cuando llegó a Moncloa los datos aportados por la encuesta de El Periódico, que evidenciaban que el 62% de los catalanes reclama más autogobierno frente al 21,5% que insiste en buscar la independencia y proclamar la nueva república. En ERC, por cierto, son más quienes optan por la primera opción que por la segunda.

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, fue sumamente prudente en su comparecencia tras la reunión: confirmó lo que ya se sabía „que el presidente catalán ha efectuado demandas que el presidente español no ha podido aceptar„ y ha destacado la apertura de vías bilaterales, que, centradas en primera instancia en lo social, conformarán una relación estable sin la cual no cabría plantear una normalización a plazo. Sin euforia, vino a decir que el objetivo se había conseguido.

Torra, por su parte, ha mantenido una rueda de prensa ambigua, en que la imperiosa necesidad de cumplir con el guion escrito por Puigdemont y sus conmilitones no ha ocultado la satisfacción indisimulable por la apertura de una vía política, que se inscribe en el terreno del autonomismo „Torra ha explicado que Sánchez le ha manifestado su idea de la España plurinacional, que se desprende de la propia Constitución„ y que permite comenzar a desbloquear el contencioso, de forma que el declive del 'procés' encuentre la contrapartida lenitiva de una serie de avances claros en el desarrollo de la autonomía. La reunión ha sido para Torra "agradable y sincera" y ha abierto "un hilo de esperanza".

Torra ha hecho hincapié en que, después de ocho años de incomunicación, ha podido hablar francamente con el jefe del gobierno español de la situación política, algo que ha sido para él muy satisfactorio aunque no haya habido acuerdo alguno en los elementos sensibles de la relación. Y preguntado por la compatibilidad entre la negativa a la autodeterminación y los avances políticos bilaterales, ha dicho que su intención es mirar hacia adelante con el fin de encontrar una solución política a un problema eminentemente político. Sin duda sabe que la ruptura de la legalidad promovida por el soberanismo hacía inevitable la judicialización, por lo que la lección está aprendida.

Tiempo habrá para ponderar todos los extremos del encuentro a la luz de los próximos pasos de ambas partes, pero de momento parece evidente que lo que ha sido durante años una ruptura abrupta y muy onerosa se está reconduciendo hacia un diferendo controlado, muy complejo y contradictorio, que sin embargo podría cicatrizar paulatinamente al ir avanzando hacia una relación de confianza que dé paso a soluciones políticas de calado basadas en una reforma constitucional de corte federal. Se acaba de dar un primer paso y queda muchísimo trabajo por hacer, pero probablemente no había mejor manera de marcar un camino para salir del atolladero.

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