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Con otra cara

Tsunamis y otras catástrofes

Como me encantan las películas de catástrofes, tengo una idea apocalíptica -y confío en que distorsionada-de lo que nos puede ocurrir como no frenemos lo del cambio climático: tsunamis como rascacielos, megatornados, devastadores terremotos y granizo como sandías. Será por eso que intento cumplir con mi parte colocando el vidrio en el contenedor verde y los periódicos viejos en el azul, y que no me disgusta que a partir de ahora tengamos que pagar las bolsas en el súper. ¿Saben ustedes que las bolsas de plástico tardan hasta mil años en degradarse? Así que, aunque sea por no ver más esas imágenes de tortugas marinas estranguladas por el plástico, vale la pena reducir su uso, primero tocándonos el bolsillo como hacen ahora y, en unos años, haciéndolas desaparecer del mercado.

Todo esto está muy bien. Reciclemos el plástico, usemos bolsas de tela para llevar las patatas y cojamos el autobús para ir al centro. Está claro que los ciudadanos normales no podemos hacer mucho si los gobiernos y las grandes multinacionales no se toman en serio la necesidad de cuidar al planeta. Es normal que nos cabree perder el tiempo separando el plástico del papel para luego encontrarnos con que esa noche los de la limpieza vacían los tres contenedores juntos en el camión, vaya usted a saber por qué. Pero, junto a votar a gobernantes que no ser rían del cambio climático, es lo que está en nuestras manos. Ya imagino que la mayoría de ustedes no creen que nos vaya a borrar del mapa una ola gigante ni que una tormenta de rayos solares nos achicharre en medio de la calle por la desaparición de la capa de ozono, pero no duden de que la contaminación, el aumento de la temperatura, la deforestación, el consumo irresponsable y la sobreexplotación de recursos nos acabarán pasando factura aunque no sea de una forma tan espectacular como en las pelis.

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