Si, es verdad, los virus son rebeldes pero con causa y justificación. Están hartos de que el ser humano les dificulte su vida y les ponga cientos de trampas en forma de vacunas para que no puedan hacer lo que mejor hacen, es decir infectar al ser humano y utilizarlo para persistir en la naturaleza. Esta rebeldía es fácil de observar al comprobar la mayor agresividad de sus últimas acciones.

Esta pasada temporada gripal hemos tenido muchos mas casos que ninguna otra anterior. Los virus se han aprovechado de nuestra debilidad o falta de iniciativa en la aplicación de la vacuna antigripal tetravalente y el virus no incluido en la utilizada, la trivalente, ha campado a sus anchas entre la población humana. Están contentos de nuestra estupidez, que no siempre es ignorancia, y nuestra tacañería a la hora de enfrentarnos decididamente con ellos. Son rebeldes y persistentes, se rebelan frente a nuestras imposiciones y decisiones y siguen practicando el arte del escondite.

Queremos evitar el cáncer de cérvix y decidimos aplicar la vacuna frente al papiloma, pero eso sí sólo en las niñas, como si sólo ellas fueran las únicas implicadas en la patogenia y epidemiología de esta infección. Mientras tanto que hace este virus, pues se rebela contra la vacuna y sigue infectando y trasmitiéndose a través de los niños, principal reservorio de este virus. Ya va siendo hora de que nos demos cuenta que si queremos acabar, eliminar e incluso erradicar el virus del papiloma del planeta, la vacunación exclusiva de las niñas no nos lo va a permitir.

Ya no sólo por razones de igualdad de género, sino porque el virus del papiloma está directamente implicado en una parte importante de los procesos cancerosos de los niños, adolescentes o varones, tales como los de cabeza, cuello y genitales masculinos, sino porque su vacunación es absolutamente imprescindible para acabar con la circulación de los principales serotipos oncogénicos. Gracias a la magnífica eficacia de esta vacuna, es muy posible que en los próximos años el número total de cánceres en hombres llegue a superar al de las mujeres. Además en los primeros no tenemos sistemas de cribado, como las citologías de las mujeres, que puedan permitirnos detectarlos con anterioridad.

Por ello debe empezar a considerarse la vacunación simultánea, mismas dosis, misma edad, de niños y niñas frente al virus del papiloma antes del inicio de su actividad sexual. No podemos seguir con la mentalidad antigua que hizo fracasar las primeras vacunaciones frente a la rubeola. Con esa forma de pensar tan sólo se empezó vacunando a las niñas, ya que queríamos evitar la rubeola congénita; pero pronto se comprobó que la no implicación y vacunación de los niños no permitiría conseguir el control de este virus. Gracias a esa decisión de igualdad de género, en la actualidad ha desaparecido la forma congénita de esta infección y apenas se detectan casos de la forma infantil.

Debemos instar a las autoridades sanitarias para que incluyan de forma preferente, y a coste cero para los padres, la vacunación frente al papiloma para todas las personas sin discriminación por sexo y edad. Este virus se rebelará frente a esta acción pero la protección global de la población permitirá en un futuro cercano que no encuentre ningún huésped humano al que pueda infectar.

Insisto en que los virus son rebeldes por naturaleza y genoma, nos utilizan para sus fines sin importarles el daño que puedan hacernos. No son conscientes de que los humanos somos mucho más inteligentes que ellos, o no, y sin embargo siguen evolucionando mucho más rápidamente que nosotros. Fueron el origen y serán muy probablemente, el final de la vida en el planeta, pero entre estos dos extremos deberíamos ponérselo difícil y utilizar todas las herramientas que nuestra inteligencia nos ha permitido desarrollar para ponérselo lo peor posible.

En sus fases de rebeldía, algunos virus, pocos es verdad, han aceptado quedarse a vivir en nuestros cuerpos y permanecer en ellos en fase de latencia, esperando nuestras debilidades para fortalecerse y reaparecer. Otros, mas listos, se reactivan durante el embarazo y de esta forma pasan directamente al nuevo ser humano que ya nace infectado. Es un muy buen sistema de transmisión sin que el recién nacido apenas es consciente de este hecho.

Pero la mayoría se rebelan contra el sistema inmune del ser humano y de esta lucha casi siempre salen victoriosos los virus. Es decir, es cierto que nos recuperamos de la mayoría de las infecciones víricas, pero es que a ellos esto no les importa. Su objetivo es infectarnos, replicarse y salir del huésped para pasar a otra y perpetuar el ciclo viral. Nunca miran a tras para ver cuantos cadáveres dejan a su paso ni que secuelas han provocado, su visión siempre es de futuro y su futuro es avanzar en su propia perpetuación.

Estamos condenados a estar continuamente infectados por alguno de los miles de virus que conocemos o desconocemos, pero si tomamos medidas de protección individual o colectivas en forma de vacunas, se lo vamos a poner mucho más difícil. La humanidad debe intentar mejorar la salud de los habitantes del planeta y frente a la plaga y tiranía de los virus sólo los programas sistemáticos sin discriminación y gratuitos van a permitir la supervivencia de la especie humana.

Es triste que una amenaza tan pequeña como la de un virus pueda ser capaz de acabar con millones de personas: si nuestra inteligencia es realmente superior no deberíamos permitir este hecho. Discriminar por razón de sexo es inaceptable en la sociedad actual y por ello debemos reclamar igualdad también frente a las ventajas que ofrecen todas las vacunas.

Ser rebelde es enfrentarse con decisión al sistema, en el caso de los virus al sistema inmune, nuestra respuesta debe ser similar o mejor que la suya y frente a su osadía hay que aportar decisión y firmeza. Con los virus conocidos no puede haber tregua y con los desconocidos hay que buscarlos y anticiparnos a ellos. Todos de jóvenes hemos sido algo rebeldes pero con los años hemos ido madurando y tomando decisiones menos espontáneas, de este modo estamos en un momento crucial para enfrentarnos al enemigo invisible que nos acecha y ganarle al menos en alguna guerra aunque la batalla vaya a ser larga y con bajas no deseadas.

* Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases