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Norberto Alcover

Dos años de choque

Parece mentira lo bien que le ha salido a nuestro joven presidente la toma del poder tras la moción de censura. Llevaba tiempo preparando esta posible circunstancia, y cuando se presentó, golpeó con esa determinación que solamente tienen los caballos ganadores? tras experimentar derrotas humillantes. Sobrevoló las iras de sus compañeros de partido, recogió velas en espera de una ulterior oportunidad, supo rodearse de asesores en la sombra que le ayudaron a preparar una bandeja de medidas para el caso de que llegara al poder. Y aceptó sin más la ayuda de radicales "compañeros de camino", consciente de que le ayudarían contra unos adversarios en crisis. Pagaría precios, pero tales precios no hacían saltar la banca de sus esperanzas. Olvidó su promesa de convocar elecciones cuanto antes y dispuso una batería de medidas contundentes, un tanto en la línea de Zapatero pero con mucha mayor determinación. Ahora ya sabemos que sus ministras/os le están subordinados por completo, y si le falla alguno, pues le pone en la calle, como ya ha sucedido. Todo antes que ralentizar un plan que casi nadie podía esperar que estaría sobre la mesa unas semanas atrás? así son los caballos ganadores? tras experimentar derrotas humillantes.

Primero: vaciar el Valle de su pasado. Otra cosa es en que convertirá el Valle vaciado: memorial antifascista o memorial de reconciliación. Si opta por lo primero, será causa de confrontación entre españoles, y además inútil a estas alturas. Lo segundo es otra cosa, si bien muy compleja de llevar a cabo discreta y eficazmente. Pero lo hará con el apoyo parlamentario esperado. Segundo: llevar adelante la eutanasia como carta de ciudadanía de una izquierda pretendidamente moral y un tanto interrogativamente ética: ayudar a bien morir puede conseguirse con paliativos, con asistencia y con cercanía. Lo sabemos. Pero como sucedió con el aborto, los pretendidos derechos ciudadanos se impondrán a la vida en el comienzo y en el final. Punto y a otra cosa. Y tercero: no cejará en su empeño de llevar adelante las buenas relaciones con Cataluña y con el País Vasco, aunque sobrevuele los derechos de las víctimas y demás materias dificultosas: hay que romper donde sea necesario para conseguir los objetivos deseados y decididos. El resultado será fracturar la situación nacional pero llevar adelante un plan perfectamente planeado para "cambiar España". Nos suena esta voluntad permanente de nuestro socialismo, en este caso no sabemos si explícitamente socialdemócrata. El tiempo lo dirá.

Y todo esto en dos años, hasta las próximas elecciones, a no ser que algunos de sus socios lo abandonen en un parlamento disgregado y multidisciplinar. Entonces, se adelantan elecciones, sin dudarlo. Podemos apretará las clavijas, los nacionalistas también y algunos grupos un tanto sueltos aprovecharán los momentos de embate para saltar con su voto decisorio. El PNV sabe perfectamente de qué escribo: "ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor", dicen que dijo Bertrán du Guesclin. Y cada uno tiene señoríos diferentes. Dos años, en realidad menos. Y mientras, una burbuja que puede reformar una desigualdad que jamás se ha marchado, unas pensiones oscilantes, unos impuestos a los grandes de este mundo, Europa que se aprovechará de nosotros, pequeños donde los haya, nuestras relaciones con Estados Unidos o mejor con Trump, y tantas cosas en que veremos la verdad de nuestra izquierda social y económica, que es lo que importaría en este momento histórico. La trilogía comentada en el párrafo anterior no es la clave del asunto, la calve está en el uso del dinero estatal mediante la acción gubernamental. Ahí es donde el presidente demostrará quién es, quien desea ser, pero sobre todo, que está dispuesto a realizar como radical que parece ser. Muchas cosas para dos años. Mucha tarea parlamentaria. Mucho encaje de bolillos. Y por lo tanto, mucha capacidad de escucha, muchísima. Si el presidente solamente escucha a sus íntimos, malo: lo devorarán los menos íntimos pero aparentemente cercanos. Él lo sabe muy bien.

Mientras tanto, los populares se juegan el futuro tras la derrota un tanto inesperada, con un Rajoy tan respetuoso que ha alcanzado el máximo de su "ponerse de perfil". Todo precipitado. Un tanto tumultuoso pero necesario. El partido demostrará su fortaleza si sale victorioso. Y tal fortaleza es absolutamente urgente por su peso parlamentario. Está en juego el rol de la oposición. Olvidaba citar al rey: nuestro joven Presidente intentará dejarlo de lado, en un ejercicio explícito de republicanismo campante. Meramente símbolo, al que se mira de refilón pero sin detener la mirada. Dos años y los populares sumergidos en un vaivén decisorio y su majestad sometido a una decidida distancia para demostrarle quién manda aquí. Cuántas pasiones en choque para un joven Presidente dispuesto a llevar a cabo su meditado plan. Tres puntas de lanza en medio de una refriega múltiple, en espera de qué hacer con la economía, madre del cordero. Lo sabemos.

Todo lo anterior adquiere un rostro bastante más benévolo cuando me aproximo a Luis Francisco Ladaria, nuevo cardenal mallorquín de la Iglesia católica, y pieza cada vez más relevante en el Vaticano. Cómo he sentido no poder acompañarle estos días: la vida se nos impone vía un sencillo robo en un aeropuerto. Hay que ver. Pero me siento feliz en la medida que mi amigo y compañero ha conseguido lo que nunca pretendió, como un cierto regalo de la vida, y de Dios. Tendrá dificultades, pero las sobrevolará porque es sencillo y humilde, eficaz desde la fidelidad, además de inteligente y reflexivo. Obediente a quien puede solicitarle obediencia. Para nada comparo a nuestro joven presidente con nuestro maduro cardenal, Dios me libre, Pero la casualidad los sitúa a la par. Ya ven.

Ojalá todo salga bien. En beneficio de todos: de España y de la Iglesia.

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