Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tourists, come home

Hay una imagen definitiva y demoledora. Un turista haciéndose un selfie y, como fondo, la inscripción: tourists, go home. El turista, encantado del hallazgo, no ha dudado en inmortalizar la tremenda y jugosa paradoja. Como siempre, todo material presuntamente inflamable acaba siendo convertido en campaña publicitaria o souvenir. La siguiente imagen podría ser la de un turista gozoso vistiendo una t- shirt con la susodicha inscripción. La ironía, como es habitual, demoliendo solemnidades y tragedias. Pronto veremos postales con el lema de marras, tourists, go home, adquiridas por turistas sonrientes. Por no hablar de agencias de viajes: Tourists, go home, como un aliciente más para captar nuevos turistas o para fidelizarlos, dicho en jerga clientelar. Y, por supuesto, hacen muy bien esos turistas tratando de quitarle hierro al asunto. Nada mejor que eternizarse en una imagen que nos maldice o nos invita a largarnos de esta ciudad o isla.

Imaginémonos a nosotros mismos, mallorquines hartos de turistas, visitando las calles de Florencia, cual turistas, y leyendo en alguna de sus fachadas ese mismo lema. Bien, podemos disimular y no darnos por aludidos. Sin embargo, somos eso: turistas que no queremos serlo y, para ello, tratamos de mimetizarnos con los habitantes del lugar. Ahí tenemos un claro ejemplo del cazador cazado. En casa, los turistas sobran, pero cuando ejercemos como tales, por favor, un respeto, que lo nuestro es, ejem, turismo cultural. Y nuestra discreción, por favor, es legendaria y muy apreciada. Puede que no circulemos en comandita, cual borregos guiados por el pastor o pastora que, banderita o paraguas en ristre, trata de hacerse ver para que los corderos no se extravíen y atiendan a las explicaciones culturales, siempre culturales. No, por favor, pero ahí estamos, visitando todo lo visitable y lo que mandan los cánones. Bajo nuestro brazo, claro, una guía turística que nos explica en diez puntos cómo no parecer un turista, indicándonos lugares que jamás pisaría un turista clásico, sólo un viajero especial, como nosotros, faltaría más.

En efecto, el turismo masivo es devastador. Pero también lo es el autóctono masivo. Somos seres humanos y, como tales, nuestra mera presencia es perturbadora y nociva. Nos molestamos los unos a los otros. Eso hay que tenerlo claro. Sin embargo, durante estos días hemos visto cómo algunos turistas ayudaban en las tareas de recogida de basura en s'Arenal. También hemos visto cómo una pareja de turistas limpiaba un torrente en Pollença por cuenta propia, recogiendo y fregando la porquería que dejamos los mallorquines, hijos de la desidia. Son dos ejemplos mínimos, es cierto. Pero es injusto que el turista sea acusado invariablemente de sucio cuando, en verdad, somos nosotros los autóctonos los primeros en enguarrarlo todo.

La foto del turista que sonríe ante la inscripción que lo invita a largarse, resume muy bien el estado de las cosas. Es lo mismo que inmortalizarse, sin dejar de sonreír, al lado de un cartel que diga: usted es una mierda. Todo puede quedar desactivado con una sonrisa banal y con un selfie trivial, aunque demoledor para el mensaje. La repetición constante de un lema acaba por debilitar hasta la anorexia la potencia inicial del mismo. Vale también para el lema "La ciudad, para quien la habita, no para quien la visita". Leído así, en frío, es una frase del todo antipática. En caliente, sin duda, es un exabrupto que proviene del hartazgo y del cabreo. Si todo transcurriera con sosiego, la ciudad sería también para quien la visite, pero hemos llegado a un estado de saturación física y mental. Baleares, que ha perdido calidad de vida, es ya una pequeña isla abotargada cuyos habitantes reinciden en el malhumor.

La gran broma consiste en que el tourists go home acabe siendo un eficaz reclamo turístico.

Compartir el artículo

stats