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José María de Loma

¿Es usted del PP y no lo sabe?

Como siga descendiendo el número de militantes del PP reales y con derecho a voto habrá más candidatos que votantes. El PP era un bluf, una burbuja. Un no pagar, una no puesta al día. Una formación en la que sólo la gente con cargo estaba al corriente de las cuotas. Militaban los muertos, los desafectos, los tránsfugas, desengañados, tiesos, morosos y hasta simpatizantes que una vez pisaron una sede y fueron fichados. Militaban las ánimas, las entelequias, un señor que emigró a Suiza en los ochenta y hasta algún dirigente de Ciudadanos del que no borraron la ficha. Partido fantasmón. Que rima con renovación. La que no ofrece ninguno de los que se postulan.

Militantes de pega. A lo mejor usted es del PP y no lo sabe. El PP es un fichero obsoleto que aspiran a dirigir gente de un tiempo pasado. El mecanismo para elegir líder es enrevesado, perverso, inclusive no guarda proporcionalidad a la hora de cuantos compromisarios aporta cada provincia. Los tics de los caudillitos provinciales son curiosos, dan su apoyo a uno u otro candidato hablando en nombre de toda la organización, dando a entender que ésta está aborregada. Y que las filas están prietas. Las filas no son tal. Por ejemplo, el principal alcalde del PP en toda España, Francisco de la Torre, Málaga, ha obviado pronunciarse (participando en un mitin junto a Soraya) en lo que unos interpretan como sibilineo de libro, cosa que para otros es tactismo, no descartándose la indecisión o que el tal edil pase olímpicamente de estas cuitas de partido, aficionado a ir por libre y esconder en las campañas los símbolos de su partido. En el PP no hay militantes de base. Hay cargos que aspiran a dirigirlo y cargos que huyen de las siglas, la gaviota y la disciplina. casi todos rehusan domiciliar la fidelidad.

Lo interesante de este proceso va a ser también ver cómo organiza la vencedora la limpieza étnica de los oponentes. El PSOE está más acostumbrado a esos procesos, pero al Partido Popular la diversidad de opiniones le produce dolor de cabeza. Dolor de militante, podría decirse. Y no se debate ni una sola idea. Sólo afectos. Contra mí o conmigo.

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