Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El cierre de la Guerra Civil

La democracia surgida de la transición fue magnánima y no se asentó sobre las cenizas del antiguo régimen, al que se dejó periclitar lentamente, integrando en la nueva era a quienes quisieron adaptarse y aplicando las amnistías a los sayones del pasado. Hoy ya no tiene mucho sentido reconsiderar si se hizo bien o mal actuando de aquel modo, entre otras razones porque todos los protagonistas activos del franquismo están muertos, pero sí parece necesario proceder, de una vez por todas, a apagar los rescoldos que todavía hieren a las víctimas de la dictadura y sus descendientes directos o que, simplemente, resultan infamantes para la gran mayoría de demócratas que consideran que la memoria del franquismo es un baldón que debe ser arrancado del paisaje cotidiano para archivarlo definitivamente en las alacenas de la historia.

Esta clausura tiene tres elementos: uno primero, la erradicación de los símbolos que elogian la dictadura y sus actores, un designio muy avanzado gracias a la ley de Memoria Histórica, aplicada con dolosa morosidad. Apenas ahora el callejero de Madrid está procediendo a expulsar a los héroes del fascismo patrio. Asimismo, debería procederse cuanto antes a la anulación de las condenas dictadas por los tribunales franquistas, que acusaron de rebelión a quienes, civiles o militares, habrían luchado del lado republicano o no habían querido sumarse al alzamiento, al golpe de Estado contra la República constitucional.

El segundo elemento es el rescate de los restos de los fusilados inicuamente por la dictadura (las víctimas de las 'hordas rojas' ya fueron rescatadas hace tiempo), que todavía no han obtenido reparación. La Administración Central del Estado, en colaboración con los entes locales, debe acometer esta tarea con premura para liquidar el asunto cuanto antes. La citada ley puede servir de base a esta acción pero requerirá desarrollo normativo y sostén financiero.

En tercer lugar, y por último, hay que actuar efectivamente sobre el Valle de los Caídos, que hoy es el aparatoso túmulo funerario del dictador, al cuidado de una congregación religiosa que inexplicablemente se ha prestado para semejante aberración. No es decente que semejante mamotreto, construido por presos políticos „estos sí„ y dotado con esculturas neorrealistas de pésimo gusto, siga presidiendo la estepa madrileña desde el sitio de Cuelgamuros, en las estribaciones de la Sierra del Guadarrama.

El Gobierno de Sánchez ha percibido esta necesidad y 43 años después de la muerte de Francisco Franco, los restos del autócrata serán entregados a sus descendientes para que les den sepultura privadamente según sus creencias y en el lugar que elijan. El cadáver del otro santón del fascismo autóctono, José Antonio Primo de Rivera, que sí fue una víctima más de la contienda, habrá de ser trasladado desde su actual lugar preferente en el ábside a la zona común de enterramientos, de la que habrán de ser exhumados los cadáveres que sean reclamados por sus familias. Y todo el conjunto arquitectónico, convenientemente desacralizado, ha de ser reconvertido en un centro de interpretación de la Guerra Civil, como ya se decidió en 2017 en el Congreso en una votación auspiciada por el PSOE, que ganó holgadamente con la abstención del PP, formación que al parecer tiene aún algún escrúpulo a la hora de desligarse definitivamente del franquismo. Todo ello ha de hacerse sin más demora, en el plazo de unas semanas, para poner fin a una polémica estéril que ya ha durado demasiado tiempo.

El centro de interpretación sobre la Guerra Civil debe quedar al amparo de las instituciones y a cargo de historiadores y juristas que documenten todos los extremos de la contienda y realicen un trabajo museográfico que ilustre a los visitantes sobre aquel hecho, que ha de ser la última cuartelada de nuestra historia. No es ya posible, por dignidad de la ciudadanía y por lo incomprensible que resulta a los extranjeros que nos visitan, que la tumba del dictador que abrazó el credo de los derrotados de la Segunda Guerra Mundial „los promotores del Holocausto„ sea exhibida como una atracción de feria en el arrabal de Madrid. Es como si los alemanes tuvieran un Memorial con la tumba de Hitler o los italianos con el mausoleo de Mussolini.

Compartir el artículo

stats