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En la nube

La dictadura del 'like'

Las redes sociales son adictivas y pueden dañar la salud mental de los jóvenes. Así lo creen los médicos, académicos y organizaciones que se han unido en Reino Unido para exigir leyes que obliguen a los responsables de las plataformas sociales a controlar su uso. Aunque Instagram o Snapchat -las plataformas favoritas de los chavales entre 13 y 17 años según varios estudios- niegan su carácter adictivo, la realidad es otra. Los adolescentes viven bajo la dictadura del like, hiperconectados para no perderse nada y a expensas de gustar.

"Los chavales tienen miedo a perderse lo que pasa en las redes sociales y no saber qué ocurre mientras ellos no están", explica el experto en adicciones y profesor en la Universidad de Nottingham, Mark Griffiths. Además, mantenerse en línea les da una "recompensa impredecible", como un "me gusta" o una nueva solicitud de amistad. "Si no hay wifi tienen síntomas de abstinencia", remata.

Empresas como Facebook utilizan "ganchos adictivos" del mundo de la psicología del comportamiento para mantener a las personas conectadas el mayor tiempo posible, según las investigaciones llevadas a cabo por los expertos británicos. Los jóvenes caen rendidos a esta macabra estrategia. Un ejemplo: Snapchat premia a quienes alcanzan cien días seguidos de actividad continua en la red social.

La relación entre el uso intensivo del móvil y el aumento de las tasas de depresión infantil o enfermedades mentales es "preocupante", según el Colegio de Pediatría y Salud Infantil de Reino Unido. Los casos son reveladores. Felix Alexander, un joven británico de 17 años, se quitó la vida el año pasado después de sufrir acoso en internet.

Las cifras de esta realidad son devastadoras. El uso semanal de internet de los niños en Reino Unido se ha disparado en la última década y más de la mitad de los chavales de entre 12 y 15 años lo utilizan a diario. Además, una cuarta parte pasa más de seis horas al día conectados. En Estados Unidos los chavales admiten utilizar de forma "casi constante" el móvil y las redes sociales, según un estudio realizado por Pew Research Center. Aunque, un 27% admite, un impacto negativo en sus vidas por el acoso escolar o la difusión de rumores. Los niños españoles de entre los 8 y los 16 años son adictos a las redes sociales y sus comportamientos online los ponen en peligro, según un estudio elaborado por las compañías expertas en ciberseguridad Kaspersky Lab e iconKids & Youth.

"Durante demasiado tiempo hemos permitido a las redes sociales tratar la protección infantil como opcional; sin que se establecieran las mismas normas que fuera de internet. Ahora es el momento de introducir una regulación legal sobre las redes sociales". Esta es la visión del problema de Peter Wanless, director de la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad contra los Niños de Reino Unido.

Los políticos británicos coinciden en la necesidad de regular la situación. "Dentro de diez años, analizaremos esta actividad de la forma en la que hoy vemos el tabaco", apunta el político Simon Hart, miembro de un comité de cultura y medios digitales que analiza este asunto.

Si las redes sociales son adictivas, hay quien cuestiona por qué no incluirlas en la lista de trastornos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cómo ocurrió este año con los videojuegos. Al margen del ámbito sanitario, la única medida reciente llevada a cabo para regular el uso de las redes sociales fue la nueva Ley de Protección de Datos de la Unión Europea. Conseguirla les costó a 86 millones de estadounidenses el robo de sus datos de Facebook por parte de la empresa Cambridge Analytica y un bombardeo de propaganda política sin precedentes de cara a las elecciones presidenciales de 2016.

El momento de asumir que las redes sociales son adictivas parece haber llegado. Son muchos los expertos que aseguran que los colores, reclamos y contenidos de Instagram, Youtube o Facebook están programados para gustar. La situación se complica cada día. Con la llegada de la inteligencia artificial, las redes conocen las preferencias de las personas y fabrican un mundo virtual a medida. Un paraíso imaginario que, para muchos jóvenes, ya se ha convertido en infierno.

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