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Las gafas de Sánchez

Pedro Sánchez ha querido imitar a John F. Kennedy a bordo del Falcon con las gafas de sol del comandante del avión. O de Julio Iglesias. Si todas las extrapolaciones las hace así caminamos hacia un futuro inmediato de aliteración hortera algo indigesto. Que tampoco es lo peor de lo que nos puede suceder, lo peor son los signos inequívocos de la factura que el nacionalismo independentista le está empezando a pasar al presidente del Gobierno de España por los favores prestados en la moción de censura contra Rajoy. La cesión de la caja de las pensiones al PNV, acercamiento de los presos y nuevos estatutos para el País Vasco y Cataluña con el fin de satisfacer a Bildu y a los secesionistas catalanes. Ser inquilino de la Moncloa sin haber ganado unas elecciones, no cabe duda, tiene un precio. Y se empieza a pagar. Avanza también Pablo Iglesias en ideal sintonía con "el supremacista" Torra, dispuesto a visitar a cada uno de los políticos presos e ir vendiendo la España plurinacional. Prueba de la volatilidad reinante es el ejemplo de cómo en dos o tres semanas se puede retorcer la opinión y la voluntad de un país. Los diferentes caminos de la sublevación ya los contó hace tiempo Curzio Malaparte en "Técnica del golpe de estado" y no siempre consisten en el putsch puro y duro. Javier Fernández, en las antípodas de esta almoneda de España, ha alertado sobre el falso progresismo de quienes legitiman el discurso soberanista queriendo pasar por modernos a base de aceptar planteamientos prehistóricos. Se ocuparán, sin embargo, de disfrazar esta subasta pública con la excusa de un clima de distensión que reconforta a quienes creen que el problema se liquida cediendo.

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