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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

La sombra del fascismo recorre Europa

Europa está siendo visitada por una sombra infame, ignominiosa, la del nazi-fascismo, que otra vez pretende causar estragos en un continente que olvida su espantoso pasado

El fascista Matteo Salvini, ministro del Interior del Gobierno italiano, anuncia un censo específico para los gitanos, lamentando no poder expulsarlos a todos, sin excepción; Austria, donde la Democracia Cristiana ha vendido su alma aliándose con la extrema derecha pronazi, proclama que cierra sus fronteras, posición similar a la de los gobiernos nacional-católicos de Polonia y Hungría, ejecutivos ribeteados de la misma matriz idelógica que tuvo el Gobierno de monseñor Tiso, sacerdote católico aliado de Adolf Hitler, nunca condenado por el Vaticano, en la Eslovaquia de la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, el ministro del Interior y Patria (inquietante nombre), Horst Seehofer, chantajea a la canciller Merkel demandando el hermético cierre de fronteras. En España, la extrema derecha se deja oir con cierta fuerza. Aquí, en Mallorca, Vox y Actúa, el partido del neofalangista Jorge Campos, aventan la llegada de migrantes para infundir miedo. Cataluña y migrantes. Bandera electoral.

La sombra del nazi-fascismo vuelve a proyectarse sobre Europa, al igual que sucedió en la década de los 30 del pasado siglo; la cuestión de los migrantes es la que agita la nueva extrema derecha para quebrar el sistema, cuarteado profundamente por la miserable gestión de la crisis que ha hecho trizas el estado del bienestar edificado por democristianos y socialdemócratas sobre los escombros de la guerra desatada en 1939 y concluida en 1945. El estado del bienestar al que España se sumó muy tarde, el que los gobiernos de Mariano Rajoy han dejado a la intemperie para, dicen, sanear y apuntalar la quebrada economía.

El desastre económico ha desmadejado los pactos que posibilitaron la construcción europea. Durante décadas la extrema derecha no ha podido asaltar las posiciones del sistema, las de la democracia liberal defendida tanto por las derechas democristianas y liberales como por la socialdemocracia. Eso se ha acabado. Cayó el mundo comunista y tras él ha terminado por irse al garete la estructura política que alumbró la Unión Europea. ¿Qué tenemos ahora? Esencialmente un inmenso temor derivado de la ausencia de certidumbres. La misma situación que vivió Europa después de la Primera Guerra Mundial, la que posibilitó, en las décadas de los 20 y los 30 de El maldito siglo XX, título del ensayo de uno de los mejores historiadores de la Europa contemporánea, el británico Tony Judt, la eclosión del fascismo y el nazismo. Entonces, Europa no reaccionó: dejó que el veneno se extendiera rápidamente, primero en Italia, donde Benito Mussolini, el dios de Salvini anunció la llegada del mesías prometido, Hitler; después en casi toda Europa, incluida España, donde la esperanzadora aventura modernizadora que constituyó la Segunda República fue yugulada por los militares africanistas, que entronizaron por inacabables décadas en el poder absoluto al general Franco.

Si no hay una reacción drástica, lo sucedido en Italia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Austria, Dinamarca, se asentará en los países clave de la Unión Europa: Alemania y Francia; tal vez en España, porque la extrema derecha, destartalado el PP, aprovechará las pulsiones que desata el soberanismo catalán y la llegada de migrantes para ganar posiciones.

El fantasma del nazi-fascismo recorre Europa. No ha hecho público su manifiesto. No lo necesita. Tiene a Vladimir Putin, zar de todas las Rusias, el hombre providencial ungido por la Iglesia ortodoxa, y lo acuna Donald Trump.

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