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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Mercedes y Marga, dos aliadas

Cuesta trabajo creerlo. Hace tres años les entregué unos niños que justo habían aprendido a pedir pipí y caca, que no sabían ponerse la camiseta solitos, que aún se expresaban con berrinches y dormían con chupete, y hoy me devuelven dos graduados diminutos que se creen muy mayores. "Mami, si te encuentras en la playa una calavera portuguesa tienes que llamar con el móvil a 112 o a 010", me aconseja mi hija, que me ha pedido todos los recortes de prensa sobre la llegada del peligroso bicho a las costas de Mallorca, y un metro para medirle los tentáculos a una carabela que ella y sus entusiasmados compañeros de clase han construido con una bolsa de plástico azul. "Mami, en la radio han dicho ministro astronauta. Cuando los astronautas tienen un problema en sus cohetes dicen: ' Juston, tenim un problema' y pus", relata mi hijo durante el desayuno, orgulloso del proyecto de su grupo sobre el espacio. No hay palabras para agradecer a sus maestras, Mercedes y Marga, la compañía, la dedicación, el compromiso y el amor que nos han regalado durante estos primeros cursos. Imagino que existen en Mallorca estos días cientos de madres del ciclo de Infantil que comparten esta sensación, mitad desolación, mitad reconocimiento infinito, cuando se despiden de las maestras que han llevado de la mano a sus peques hasta Primaria, al cole de mayores. De las personas curativas, responsables, implicadas y tranquilizadoras como ellas, que ejerciendo con excelencia su trabajo nos facilitan tanto la vida, se habla poco en los periódicos, o directamente no se habla. Se lo leí al añorado Carles Capdevila, que insistía en sacar del anonimato a los héroes cotidianos, cuidadores y docentes, poniendo al mismo tiempo luz y sentido del humor en el difícil cometido de la crianza.

La maternidad es la experiencia vital más transformadora, exigente y gratificante. Pero, en mi opinión, también la más solitaria, sacrificada y a menudo incomprendida. La culpa, el autoflagelo, el perfeccionismo son mochilas que nos ponemos las madres sobre los hombros, que se suman a las críticas ajenas, y a las dificultades de conciliación de una sociedad aún organizada según las circunstancias de las familias de la primera mitad del siglo XX. Por eso encontrar en el camino dos aliadas como Mercedes y Marga, receptivas, tolerantes y dispuestas a echar una mano, supone un impagable aporte extra de oxígeno. "Iremos viendo", "es normal", "no te preocupes", "saldrá bien", han sido sus mantras para desactivar las situaciones de colapso, conflicto, agotamiento o desazón. Siempre he recibido una mirada positiva suya.

No ha resultado fácil, queridas, pero sí maravilloso este camino juntas para verlos convertirse en los niños que son, respetando sus diferencias y maneras de ser. Marga y Mercedes han alentado su curiosidad, su autonomía, les han hablado del mundo que les rodea, les han escuchado, secado las lágrimas, enseñado canciones, números y letras, y las costumbres de su tierra, les han abrazado cuando tenían miedo y curado los rasguños. Nuestros bebés. La primera lección ha sido aprender a compartirlos con el resto del mundo, con la tranquilidad de dejárselos a ellas. "Mami, no me digas 'porque sí', porque dice Mercedes que 'porque sí' no es una respuesta". "Mami, te he hecho una poesía: 'Eres más bonita que una mariposa de colores, y como Marga, mi profesora'". Siempre presentes, parte ya de su patrimonio sentimental, se han ganado dos pequeñas voluntades a base de dulzura y cariño, y mi devoción absoluta. Ahora tendremos que aprender los tres juntos a dejarlas ir, que otros niños y sus padres las están esperando.

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