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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Vuelven los funestos nacionalismos

A los cristianosociales bávaros les ha gustado seguir siempre su propia senda. No en vano la definición oficial de ese land es Estado Libre de Baviera. La CSU bávara está desde tiempos del todopoderoso Franz-Josef Strauss acostumbrada a mayorías parlamentarias que le han permitido gobernar cómodamente.

Pero esa seguridad comenzó a hacer agua en las últimas elecciones federales, en las que por primera vez la CSU vio una amenaza por su derecha, lo único que, según Strauss, jamás debería ocurrir. Y lo atribuyó sobre todo al rumbo más centrista impreso a su partido hermano, la CDU, por la canciller cristianodemócrata, Angela Merkel, sobre todo en el asunto de la inmigración.

Los líderes de la CSU acusaron a Merkel de haber convertido a Alemania en un coladero de inmigrantes y pensaron que ese estado de cosas no podía tolerarse por más tiempo. De otro modo, la populista, xenófoba y euroescéptica Alternativa para Alemania terminaría comiéndoles el terreno. Y las próximas elecciones regionales están peligrosamente cerca.

El conflicto resultante con el sector más moderado de la CDU se ha agravado con la nueva dirección bávara, mucho más escorada a la derecha que su predecesora, y no sólo en el tema migratorio, que depende precisamente del presidente de la CSU, Horst Seehofer. El nuevo jefe de Gobierno bávaro, Markus Söder, el mismo que se pronunció a favor de colocar crucifijos en todos los edificios públicos, pronunció esta semana unas palabras que sonaron demasiado a Donald Trump.

Para Söder, también en Europa la época del "multilateralismo" toca a su fin, y los países, como Alemania, deben saber defender por encima de todo sus intereses nacionales. Que eso no lo digan ya sólo el húngaro Viktor Orbán, el ruso Vladimir Putin o sus homólogos del este, sino un dirigente de la mayor economía europea resulta irresponsable.

Aunque hay quien, como el economista italiano Sergio Cesaratto, sostiene que el "ordoliberalismo" alemán es ya de por sí "una forma de nacionalismo". ¿Es posible olvidar tan fácilmente las desgracias de todo tipo que los nacionalismos trajeron a Europa en un siglo que creíamos haber dejado definitivamente atrás? ¿Cómo es posible que muestre tan poca sensibilidad y empatía un dirigente del país que provocó la mayor tragedia del siglo XX? Que esas palabras salgan de un ignorante como Trump no puede extrañarnos, pero resultan inaceptables en labios de un político germano, por bávaro que sea.

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