Comienzan a publicarse diversos sondeos electorales muy similares, cuyos resultados si se confirmaran podrían significar cambios relevantes en determinadas tendencias electorales. Los socialistas aparecen en primer lugar en intención de voto después de meses de descenso (o subidas insignificantes), el segundo lugar se lo disputan populares y ciudadanos (con bajada significativa después de sus últimos éxitos), el cuarto lugar lo ocupa Podemos.
Los comentarios pueden ser, y son, muy diversos. Para los medios de talante conservador los buenos augurios para el PSOE, y para el presidente Pedro Sánchez, tienen fecha de caducidad, su burbuja se debe fundamentalmente al buen marketing en la venta de sus ministras/os que se irá desinchando en breve ante su incapacidad de concretar propuestas. La oposición, como es lógico, ya resalta el primer fracaso: la dimisión del ministro de Cultura y Deportes. En los entornos socialistas hay quienes opinan que, aún aceptando dificultades y errores, no implica necesariamente una debacle. Los socialistas, y algunos comentaristas, resaltan un sustancial cambio del clímax social y político. Después de largos meses de aburrimiento sostenido por los populares de Rajoy, y un clímax de tensión y crispación social y política, se percibe un cierto cambio en el estado de ánimo e interés de los ciudadanos (no sólo, entre militantes y votantes socialistas) y un cambio también en los perfiles y modo de los gobernantes. El futuro no está escrito. Gobernar en radical minoría es complicado. Los "grandes" objetivos estratégicos de cambio son imposibles de proyectar y de aplicar. Desde el Gobierno será preciso escuchar, dialogar y pactar, con fuerzas políticas diversas a partir de unos mínimos consensuados que pueden ser significativos e incluso relevantes. Y también escuchar (no sólo oír) las voces, opiniones y propuestas, de los ciudadanos a través de las múltiples y diversas organizaciones civicas. Pero a su vez resulta de máximo interés constatar como estos cambios de paradigmas pueden repercutir (o no) en un "nuevo" PP; como Cs, se recuperará su actual estado shock; y también cómo actuarán los actores de la moción de censura, incluido Podemos. El futuro es complejo y plural, pero no será monocolor.
Pero además, no puede pasarse por alto que tal mayoría y gobierno tiene fecha de caducidad condicionada a la convocatoria electoral. No tiene porqué plantearse ad kalendas grecas, pero tampoco con carácter urgente e inmediato tal como "exige" Ciudadanos. Cabe plantearse el horizonte del otoño 2019, condicionado a dar respuesta (o no) a una serie de demandas ciudadanas así como a los resultados de las elecciones de municipales, autonómicas (aunque no en todas) y europeas del mayo/junio 2019. Sin presupuestos propios habrá que renunciar en principio a propuestas maximalistas, para acudir a metas posibilistas tal como le recordó Sánchez a Iglesias El escaso margen temporal y la misma naturaleza del pacto, no permite grandes retos. Habrá que reactivar el Parlamento como cámara legislativa de debate y de control del poder ejecutivo... asignaturas pendientes tales como la supresión de la llamada ley Mordaza, y otras que garanticen la neutralidad de los medios públicos de comunicación (vgr. TVE). Suma y sigue. De momento se ha cogido la iniciativa en Cataluña inaugurando un diálogo abierto (que para PP y Cs, significa bajarse los pantalones ante los independentistas); además los cambios ministeriales y en la Fiscalía General del Estado puede significar un traslado de los presos a centros penitenciarios de proximidad Ya se han reunido con los organizaciones empresariales y sindicales para definir las imprescindibles modificaciones de la vigente reforma laboral, supuesto que su derogación total es imposible por falta de mayoría. En el Pacto de Toledo parece que ya se ha consensuado que la revisión de las pensiones va ligada al IPC. Suma y sigue.
