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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Crítica y prejuicio

Criticar y emitir juicios a priori y sumarísimos son el pan nuestro de cada día. Hay personas incapaces de dar una primera oportunidad y de mirar a los de su alrededor con buenos ojos

Tener prejuicios es fácil y es gratis. De ahí que proliferen. Hay algo en la crítica facilona que engancha mucho a quienes la practican. Basta con darse un paseo por las redes sociales, o por donde sea, para constatarlo. Sin ir más lejos, el otro día en la cola del supermercado. Tres personas que esperaban para pagar y mataban el tiempo hablando de los amigos que tienen más o menos capacidad económica, posibilidades de viajar y de cambiar el coche cada cuatro años. A todos les iba relativamente bien, salvo a un tal Ramón, a quien le estaba yendo rematadamente bien. "Ya, pero lo suyo no tiene ningún mérito. Ya me habría gustado a mí heredar la cantidad de clientes que heredó de su madre. Así da gusto", dijo uno. En ese momento esperé a que el resto desenfundara los puñales y se dispusiera a despellejar a Ramón, el niño de mamá, pero no. "El mérito de Ramón es que no ha perdido a ninguno, cada día tiene más y trabaja como un jabato", dijo la chica del trío. "Me gustaría que me fuera la mitad de bien". Silencio. Cada uno pagó lo suyo.

Una profesora de primaria amiga mía puso en marcha el proyecto "Me gustas porque€". El objetivo es mejorar el ambiente entre sus alumnos y reducir la crítica. Dos estudiantes suben cada mañana a la tarima y el resto de la clase nombra las características que les gustan de ellos. Mi amiga reconoce que, durante unos meses, dudó de su efectividad. Al principio, ellos, todos, jugaban al fútbol como Messi y ellas, todas, eran sus mejores amigas. Un día la cosa cambió y, además de jugar como Messi, los niños en cuestión también eran generosos y divertidos. Por algo se empieza y nunca es tarde si la dicha es buena. La cadena Starbucks cerró 8.000 locales en Estados Unidos y envió a 175.000 trabajadores a un curso de tolerancia racial. Esta medida de impacto, sobre todo mediático, fue tomada después de un incidente racista con dos afroamericanos. Dos chavales que, antes de pedirse un café, decidieron sentarse y esperar a un tercer amigo que llegaba tarde. El responsable del establecimiento juzgó esa espera como amenazante y alertó a los guardias que, ni cortos ni perezosos, acabaron deteniendo y esposando a los chicos. El curso sobre tolerancia duró una tarde. Una formación sobre cómo coser un botón duraría más.

Juzgamos alegremente a todo ser viviente. Escuché críticas a la elección de Pedro Duque como Ministro de Ciencia, Innovación y Universidad. "Ahora eligen a un astronauta. Es puro marketing". A mi entender, Duque no es precisamente el astronauta de Toy Story. Resulta que también es ingeniero. Estos últimos días hemos recibido una lección de tolerancia de manos de Jana, una chica de 13 años. Ella decidió ir al instituto vestida con unos pantalones cortos y una camiseta que dejaba entrever un trozo de su barriga. Algunas compañeras decidieron ir a degüello. "Guarra" fue uno de los improperios varios que le soltaron por su forma de vestir. La inteligente y tolerante Jana, lejos de amilanarse, publicó una foto de su atuendo y escribió un post que nos reconcilia con el género humano. "No os juzgo por cómo vestís y nunca he hecho comentarios sobre qué o cuánto enseñáis. ¿Sabéis por qué? Porque os respeto como seres humanos y, sobre todo, como mujeres". Jana, gracias. Hay luz al final del túnel.

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