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President, a gobernar

Sobre el papel, Torra sigue en términos de república y unilateralidad, pero en la acción diaria no se le ve muy desobediente que digamos. Prueba de ello son las constantes advertencias de la CUP. La última, de este sábado, cuando Carles Riera le echó en cara sus "políticas autonomistas" por enésima vez. Para marcar el terreno, el president insiste en que acudirá a la reunión con Sánchez ungido con la legitimidad del referéndum del 1-O y la declaración "política" del 27-O: declaración de independencia a la que no siempre se refiere por su nombre. Pero a medio y largo plazo le preocupa más otra cosa: que con el vuelco político acontecido en Madrid, igual hasta tiene que gobernar.

El adalid de la ducha diaria se las prometía muy felices: iba a sentarse en el Palau para enlodarse con Rajoy en una guerra de tensísima retórica, y ahora que el archienemigo ha caído, y que el dúo Sánchez- Batet le tienta con el Estado federal (que será asimétrico o no será), puede no tener tan cerca las elecciones con que su mentor amenazó el día mismo en que le escrutaba el Parlament. Hasta la fiel Elsa, la portavoz del Govern, fía ya larga la república: "No sabemos si será más al principio, más al final, si será dentro de esta legislatura; no lo podemos avanzar porque nadie lo sabe". Pues eso, si nadie lo sabe, ante la duda, a gobernar. ¿Y será igual con Sánchez que con Rajoy? No puede serlo. El mero cambio de protagonista sobre la escena tendrá consecuencias. Hay muchas cosas que negociar sin irse hasta el derecho a decidir. Depende de lo que Torra acepte. O de lo que Puigdemont le deje aceptar. Pero en eso habrá de pesar mucho lo que ERC acepte. Es decir, lo que Junqueras, que está preso, acepte. Los presos, pues, tienen la llave.

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