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José Carlos Llop

El cuento sin fin

Como somos un país pequeño-burgués -basta ver cómo tantos falsifican sus titulaciones académicas o las consideran la pera limonera; basta ver los títulos y titulillos, masters y cursillos que cuelgan en las antesalas de los despachos profesionales; basta ver el aura intelectual que rodeó la eclosión de los líderes podemitas porque eran ´profesores universitarios´ y no sigo por no cansar-; como somos un país pequeño-burgués, tenemos una cultura que cree que el Estado ha de suplir lo que los miembros que la conforman no llegan -no porque no quieran, sino porque no saben- y sustituir a una sociedad a la que interesa poco la misma, salvo cuando unos cuantos la utilizan como arma arrojadiza.

Hay, por ejemplo, una cantinela muy gastada en estos tiempos que reza así: ´no hay un premio nobel de literatura catalana porque no existe un Estado catalán´. O lo que es lo mismo: ´si fuéramos independientes y tuviéramos un estado propio, tendríamos un premio nobel de literatura´. Lo diga quien lo diga, esto es una tontería como la copa de un pino -fruto de un concepto puramente mercantilista de la vida- y los primeros que lo saben son algunos de los que la repiten. Y lo es no por la calidad de la literatura catalana: no me cansaré de repetir que allí donde estén Foix, Riba, Carner, Ferrater y en las últimas décadas Gimferrer o Parcerisas, son muchos los que han de dar un paso atrás y quitarse el sombrero ante su obra, pero eso no tiene que ver con el nobel que se reclama. Y tampoco es por falta de inversión económica. Que se sepa -y se sabe; otra cosa es que no se diga- La Generalitat -vía Conselleria de Cultura, vía Institució de Les Lletres Catalanes, vía Institut Ramon Llull- ha invertido bastante dinero en traducciones y ediciones pagadas, o casi, en editoriales extranjeras. De autores catalanes, naturalmente. Entre tanto, han existido como mínimo tres apuestas oficiales por conseguir un nobel de literatura catalana -una de ellas fue nuestro Baltasar Porcel- y esas apuestas se canalizaron vía gubernamental. Del Govern catalán, quiero decir, con búsqueda de apoyo en el Ministerio de Cultura del gobierno central. No critico nada; sólo lo cuento. Y haciéndolo me acuerdo de la frase de otro autor catalán -aunque xarnego y escritor en castellano- que parafraseó con mucho acierto a Goebbels: ´cuando oigo la palabra cultura me llevo la mano a la cartera´. (El resentido Goebbels, por si no lo recuerdan, dijo ´pistola´ y el autor catalán era Manuel Vázquez Montalbán).

Pero no corramos que también hay para la empresa privada. Antes he dicho que somos una sociedad pequeño-burguesa y la tacañería es una de las características del pequeño-burgués. Todos estamos de acuerdo en que la novela norteamericana del siglo XX es de una potencia y variedad abrumadoras. Pues bien: apenas hay buena novela norteamericana que en la página de agradecimientos no encuentre el lector el nombre de alguna fundación privada que haya sostenido los años de escritura de esa novela con una sustanciosa beca. Privada, no gubernamental. Esto quiere decir -exenciones de impuestos aparte- que en USA existe una red empresarial que considera que la riqueza literaria enriquece la sociedad y la dota de un discurso -social, histórico, cultural y artístico- imprescindible para su cohesión y supervivencia. ¿Y aquí? ¿Dónde están esos apoyos? ¿No contribuye esa ausencia de capital privado al fomento de las pataletas reclamando una cultura subvencionada con el dinero de nuestros impuestos?

Ahora seré yo quien parafrasee a Vázquez Montalbán: ´cuando oigo la expresión el mundo de la cultura, no sé si echarme a temblar o a reír´. ¿Qué es el mundo de la cultura? ¿Alguien piensa de verdad que existe uniformidad en ese mundo, más allá del interés particular de cada uno de sus miembros? ¿Hay destellos de vida más allá de Marte? Soy de los que creen que además de un país pequeño-burgués, somos un país que siempre ha confundido y valorado más el ingenio que la inteligencia y en ese mundo de la cultura son muchos los que se esfuerzan por ser más ingeniosos -o graciosillos- que nadie. La literatura también se ha poblado de imitadores de los creadores de los muñecos de Spitting Image. O de El Terrat o de El Intermedio. Me pregunto dónde cabría ahora Juan Benet, por ejemplo. Juan Benet, que también era ingeniero de caminos y nunca creyó que su literatura tuviera que estar subvencionada por el Estado. Nunca. Y cuando leo a Sánchez-Ferlosio casi lloro al pensar que he vivido en un país donde el establishment cultural de entonces -escritores, periodistas y otros- leían sus artículos como los judíos esperaban el maná en la travesía del desierto.

Ahora en cambio ´el mundo de la cultura´ apoya a X o a Z y calla como un muerto ante sus propias contradicciones. Y se rasga las vestiduras y emplea términos grandilocuentes al hacerlo. Si es necesario alza la voz o chilla, como tantos que creen que chillando tienen más razón que nadie: hemos vuelto a ser un país de gritones. Pero luego silencia sus defectos y carencias como si no fueran con él. Critica a quien acaba de llegar al poder pero después se lo encuentra donde sea y el peloteo se produce ipso-facto. (Recuerdo a un escritor que ponía a parir a cierto académico -no importa ninguno de los dos nombres-, pero cuando éste hablaba mal de alguno de sus amigos delante de él, aquel escritor nunca los defendía, por lo que pudiera ser, quién sabe, en un futuro). Esto por no recordar a los que llevan un incensario de bolsillo que se pone en marcha cuando se encuentran con cualquiera que tenga poder cultural: el que sea. Y hablando de académicos: el llamado mundo de la cultura se parece mucho al de aquellos jóvenes románticos que querían cortar la cabellera de los miembros de la Academia francesa y luego acabaron académicos todos. O a aquellos miembros de la Generación del 27 que orinaban en los muros de la RAE y no ha existido grupo más académico en maneras y estrategias -exceptuando a Cernuda- que el suyo. En fin: nada nuevo bajo el sol y todo sigue pareciendo una inmensa tomadura de pelo. Pero el show debe continuar.

PD: y para muestra un botón: al acabar este artículo leo en El País digital que el juez Garzón promueve un nobel póstumo para Federico García Lorca. En fin…

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