Una semana después de su nombramiento, el nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sigue cosechando éxitos de marketing ante la opinión pública. En este caso, a través del nombramiento de su nuevo Gobierno, caracterizado (dentro y fuera de nuestras fronteras, por periodistas afines y no tanto) por: su feminismo (once mujeres, entre sus 17 de miembros, algo sin equivalente en los demás gobiernos continentales), europeísmo (con la inclusión de expertas en política comunitaria como la nueva responsable de Economía, Nadia Calviño), gay-friendly (a partir de la presencia, méritos profesionales aparte, de Fernando Grande-Marlaska y Màxim Huerta) e innovación (gracias al nuevo ministro de Ciencia y Universidades, el astronauta Pedro Duque).
Frente a los temores que auspiciaban PP, C´s y sus apoyos mediáticos, de que se formase un Ejecutivo que incluyera simpatías podemitas (no hay noticias al respecto) o complicidades con los independentistas (el nombramiento de José Borrell, en Exteriores, ejerce de cortafuegos ante la dialogante Meritxell Batet, en Administraciones Públicas), la oposición ha quedado enmudecida, observando como Sánchez componía un Ejecutivo de perfil centrista y modernizador, a lo Emmanuel Macron-Justin Trudeau, sin necesidad de ganar las elecciones.
A la espera de las primeras decisiones gubernamentales (que, forzosamente, no tendrán impacto económico, al tener que llevar adelante unos Presupuestos que no son suyos), el PP está enfrascado en la búsqueda de un sucesor de Mariano Rajoy al frente del partido, mientras que Albert Rivera se ha quedado con la cara de incredulidad de aquel a quién han robado la cartera y aún se palpa los bolsillos, buscando una explicación a lo sucedido.
