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Joan Riera

TEMPUS EST IOCUNDUM

Joan Riera

No hay maná para todos

Los asesores de Francina Armengol ya se estrujan el cerebro para redactar los argumentarios con los que explicar por qué con Pedro Sánchez tampoco llueve maná en abundancia sobre Balears.

Lo más sencillo sería recurrir a la Biblia y explicar que tal vez Dios enviara a diario el pan a los israelitas durante los 40 años que duró su vagabundeo por el desierto, pero que nada prometió a los gentiles y nada quedó escrito sobre los residentes en Balears. Es una lástima. Si es verdad lo que se afirma en el libro del Éxodo, el maná tenía la apariencia y el sabor de lo que deseaba cada uno de los fugados de Egipto. Esta cualidad hubiese sido muy útil para los isleños que reclaman viajes o fletes más baratos, para los que desean más recursos para investigación o educación e, incluso, para aquellos que sueñan con trenes en cada pueblo y parques en cada barrio.

El maná de nuestros días se llama dinero. Tiene contraindicaciones: cuanto más hay en circulación, menos vale. Así gobiernen los socialistas como Mariano Rajoy. Si Yahvé decidiera echar de nuevo una mano a los hombres, antes tendría que darse un garbeo por la facultad de Económicas.

Como todos los presidentes de Balears, salvo José Ramón Bauzá, Armengol ha basado parte de su estrategia de Govern en reclamar al Gobierno del PP una mejor financiación autonómica, un Régimen Especial y viajes más baratos entre islas y con la península.

El problema es que, aun en el supuesto de que Sánchez consiga aprobar algún presupuesto antes de las nuevas elecciones, las reclamaciones de las islas se encontrarán en la cola de la lista. Por delante aparecerán los vascos porque el PNV, además de los 500 millones que ya le dio Cristóbal Montoro, se cobrará su voto afirmativo en la moción de censura. Si se busca una salida pactada al conflicto catalán, habrá que poner pasta encima de la mesa, recurrir de nuevo a Josep Pla y preguntarse "y esto, ¿quién lo paga?".

Atender en parte las demandas de los pensionistas, que en los últimos meses han acosado desde la calle al gobierno popular, puede garantizar votos al PSOE en los próximos comicios. El riesgo es que se descontrole el déficit, algo con lo que difícilmente puede transigir la ministra de Economía, Nadia Calviño, curtida en la estricta disciplina presupuestaria de Bruselas.

Los fondos que se destinen a investigación que reclamará el ministro-astronauta, Pedro Duque, es posible que tengan un retorno, pero no será a corto plazo.

Armengol tampoco contará con una aliada en María Jesús Montero, la ministra de Hacienda. Desde la Junta de Andalucía ha defendido posiciones divergentes con las de Catalina Cladera en las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera.

La presidenta ya tuvo que rebajar en el último debate del Parlament los supuestos avances en la negociación del REB. Un giro estratégico para evitar que la oposición le reproche retrocesos ante el gobierno amigo. No será el único viraje de Armengol. El triunfo de la moción de censura ha descolocado a Ciudadanos y al PP, pero también variará el discurso y la relación de la presidenta con sus socios. Més se quedará en una situación incómoda con respecto a las políticas catalanas. Podemos no olvidará el rechazo de Sánchez a fichar ministros del partido morado.

Para calibrar el escaso peso de Balears en las decisiones de la política estatal basta revisar nuestras aportaciones al organigrama del Ejecutivo. El último ministro mallorquín fue nombrado el año 2000. Si tenemos en cuenta que era Jaume Matas, a nadie puede sorprender que Rodríguez Zapatero y Rajoy pasaran de las islas al seleccionar sus gobiernos.

El último secretario de Estado fue Joan Mesquida, que hoy transita de las filas socialistas a coquetear con Ciudadanos. Habrá que vivir para ver.

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