El próximo 9 de junio la izquierda soberanista de Mallorca celebra sus primarias para elegir a los números uno y dos al Parlament y al Consell con la mirada puesta en las elecciones autonómicas de 2019. Aun siendo abiertas, las primarias de Més no arrojarán grandes sorpresas. La incógnita se refiere a cuál de los candidatos oficiales encabezará las candidaturas: si Fina Santiago o Miquel Ensenyat en la lista al Parlament, por un lado, y si Guillem Balboa o Bel Busquets en la lista al Consell de Mallorca, por otro.

Independientemente de lo que decidan los militantes y simpatizantes ecosoberanistas, las primarias de Més están cargadas de simbolismo por el desafío que suponen al predominio global de la política blanca, patriarcal, heterosexual y urbana. Si no viviéramos en un mundo heterosexista, patriarcal y racista, la orientación sexual, la identidad de género y el color de la piel serían meras características sin importancia, pero el pasado histórico de nuestras sociedades y el presente están íntimamente relacionados. Vivimos en una sociedad en la que los prejuicios raciales, sexistas y homófobos moldean nuestras percepciones y acciones, por eso el hecho de que una mujer, un negro o un homosexual puedan estar al frente de las instituciones públicas sigue siendo relevante. Hay que recordar que tanto Ensenyat como Balboa han sido víctimas de ataques homófobos y racistas, respectivamente. Ensenyat recibió mensajes homófobos y Balboa encontró en el patio de su domicilio la cabeza de un cordero negro degollado. Pero no han sido los únicos. En 2016 el alcalde de Vilafranca tildó de "poco hombre" al regidor Sere Salord. Por ello, las primarias de Més son portadoras de un mensaje de ruptura con los prejuicios y de esperanza de transformación.

Cabe recordar también el simbolismo rupturista de la llegada de un obrero metalúrgico a la presidencia de Brasil en 2002, Luda da Silva; de un líder sindicalista aimara al gobierno de Bolivia en 2006, Evo Morales; de un exguerrillero tupumaro en Uruguay en 2010, Pepe Mújica; de la victoria electoral de un teólogo de la liberación en Paraguay en 2008, Fernando Lugo, el mismo año en el que en Estados Unidos, una de las democracias liberales más antiguas, un negro llegó por primera vez a la Casa Blanca, desviándose de la política wasp, la ejercida por los blancos, anglosajones y protestantes descendientes de los colonizadores del país.

Sin embargo, no basta con que las primarias de Més sean las primarias de la diversidad, tienen que ser también las primarias de la interseccionalidad. Las primarias del Partido Demócrata estadounidense de 2008 entre Barack Obama y Hillary Clinton convirtieron esta cuestión en un acalorado debate, sobre todo entre las mujeres negras del país. ¿Debían estas apoyar a Clinton priorizando su género sobre su condición racial o una mujer negra que apoyara a Obama estaba subordinando su condición de género a su condición racial? ¿Tiene sentido hablar de la identidad en términos tan divisorios? Desde luego que no. La película Precious (2009) refleja bien la cuestión de la interseccionalidad. La protagonista, Claireece Jones, es una adolescente de dieciséis años negra y obesa. Claireece es maltratada por su madre y a menudo violada por el padre, de quien contrae el VIH, además de quedarse embarazada de él, teniendo un niño con síndrome de Down. La película es una excelente metáfora de la interseccionalidad, pues transita por cuestiones como el género, la etnia, la clase social y la sexualidad, ente otras.

Si yo votase en estas primarias, no priorizaría el voto identitario (el voto feminista, el voto LGTBI, el voto antirracista, etc.). Apostaría por el voto interseccional, que considera que las diversas formas de opresión son mutuamente constitutivas de injusticias y desigualdades, atendiendo, por ejemplo, a los nexos entre el machismo y el capitalismo. En este sentido, el capitalismo, además de clasista, es absolutamente patriarcal y racista. Explota los cuerpos de las mujeres y los migrantes, que transforma en mercaderías sexualizadas y racializadas que trabajan por un salario inferior. Se reproducen así relaciones sociales heredadas de la esclavitud, solo que hoy en día transformadas en una forma de dominación legal. Que se lo pregunten si no a las camareras de piso (el sector de las llamadas "kellys"), explotadas a más no poder por el capitalismo y el patriarcado, y a las que solo les falta limpiar con la lengua el suelo de los millonarios. No se trata de abandonar las políticas de identidad, que inciden en factores como la etnia, el género y la orientación sexual, sino de ver de cómo estos se relacionan entre sí y de qué manera se articulan con cuestiones más amplias relacionadas con la explotación, la democracia, la economía política y el bien común.

Ya lo advertía Boaventura de Sousa en una entrevista reciente: "La tragedia de nuestro tiempo es que la dominación está unida y la resistencia está fragmentada". En la lógica dominante de las diversidades dispersas, las luchas emancipadoras se diluyen y su capacidad reivindicativa se debilita. Es el mensaje que transmite otra excelente película, Pride (2014), que recrea el apoyo del colectivo LGTBI a las huelgas mineras contra las políticas neoliberales de Margaret Thatcher en el Reino Unido de 1984. En ella, el colectivo minero, portador de una visión homófoba heredada del modelo de masculinidad obrera tradicional, teje nuevas y solidarias alianzas con el movimiento de lesbianas, gays, bisexuales y personas trans. Hay una emocionante e inspiradora escena en la que los mineros y los activistas LGTBI cantan al unísono y de manera espontánea "Pan y rosas", el poema de James Oppenheim convertido en todo un himno del feminismo obrero, y en el que puede leerse: "Luchamos por el pan, pero también por las rosas". El pan simboliza las luchas y las vindicaciones de la clase obrera y las rosas las luchas por el respeto y el reconocimiento.

Probablemente, dada su dilatada experiencia como consellera del Govern balear en materias como los servicios sociales, la cooperación y la migración, Fina Santiago es quien mejor representa el contacto directo de las instituciones públicas con la perspectiva interseccional. Santiago ha venido promoviendo una política social inclusiva comprometida con los derechos humanos y la búsqueda de un mundo mejor basada en ejes como la atención a la dependencia y las políticas de igualdad, principios muy osados en la época de la hegemonía neoliberal, la especulación financiera, la privatización de la sanidad pública, las contrarreformas laborales, los recortes sociales, la precarización de la vida, los desplazamientos forzosos y la represión policial.

Sin embargo, corresponde a cada uno de los candidatos vislumbrar en las luchas emancipadoras que hoy se libran las potencialidades para tejer nuevas alianzas y construir una democracia avanzada capaz de garantizar el pan y las rosas.

* Filósofo político del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra