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Dos alternativas

La crisis española sigue pasando páginas a una velocidad de vértigo. La moción de Sánchez plantea dos salidas a un escenario que, en términos rajoyanos, sólo puede definirse como un "lío". Ambas salidas son plausibles aunque opuestas. Ambas dependen del voto de un partido, el PNV, que duda entre sumarse al cambio -con sus riesgos inherentes- y apuntalar el 78. La lógica nos indica que, de entrada, los nacionalistas vascos preferirían mantener en el gobierno a Rajoy, del que han obtenido grandes réditos, pero no quieren asumir el coste electoral de esta decisión. Sin embargo, antes de pensar en el PNV -el único partido de la Transición que sigue fuerte y unido-, intentemos dibujar brevemente las dos alternativas que parecen abrirse en la política española a la espera del resultado de la moción.

La primera es que Rajoy logre salvar el match point mediante su habitual estrategia del inmovilismo. Juega a su favor el dominio del centro del campo -el PP es el partido en el poder- y las contradicciones internas que debilitan a la coalición opositora. C´s desea elecciones ya -el momento renacionalizador del país le favorece- y no reforzar a un rival como Pedro Sánchez. De ahí su insistencia en una moción "instrumental", con un presidente neutral que convoque elecciones de forma inmediata. De este modo, el candidato socialista necesitaría contar con el apoyo no sólo de la extrema izquierda, sino también del nacionalismo moderado y de los soberanistas catalanes: una coalición extremadamente inestable, que probablemente desembocaría en unas elecciones anticipadas antes de un año y auparía así a Rivera frente a un PSOE al que podría acusarse de haber roto el bloque constitucional y de haber pactado con el independentismo. Impulsar a C´s sería la pesadilla del PNV, el cual teme la ruptura del pacto fiscal que tantos beneficios históricamente ha reportado a las cuentas del País Vasco. Y Rajoy sabe que, si dispone del respaldo de Urkullu, podrá sobrevivir hasta las autonómicas y municipales del 2019, en las que el PP -por estructura territorial- quizás consiga salvar los muebles y situar a C´s en la disyuntiva de apoyarles a ellos o al PSOE (y, en ese caso, un buen número de votantes conservadores tal vez vuelvan al PP en unas futuras generales).

La segunda de las alternativas nos habla de un nuevo gobierno presidido por Sánchez para el próximo lunes, que necesariamente exigiría la concurrencia de los partidos contrarios al 78. Era una opción poco plausible de entrada, pero que ha ido ganando peso a medida que pasan las horas. La marcha atrás de Torra en Cataluña, proponiendo nuevos consellers -lo que supondría la caída del 155-, indicaría que se está trabajando en un pacto amplio que incluya a Podemos y a los nacionalistas y del que difícilmente podría escabullirse el PNV. ¿Qué ha ofrecido Sánchez a cambio? No lo sabemos, aunque seguramente una profundización en el desarrollo territorial. Y, a medio plazo, una reforma constitucional para adaptarse a las exigencias de los nacionalistas. No queda mucho más territorio por explorar.

La superposición de problemas dificulta cualquier salida viable y el paso del tiempo ya no actúa como el mágico bálsamo de Fierabrás. Entramos en un territorio desconocido, empujados por dinámicas del enfrentamiento y por la enfermedad terminal de la corrupción.

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