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Antonio Papell

Una moción moral

La moción de censura que hoy se lanza es singular porque responde a un estímulo más moral que político. En un cierto momento del devenir de la legislatura, justo después de que se asegurara el acuerdo para sacar adelante los presupuestos generales del Estado 2018, que en la práctica suponían el teórico pasaporte del Gobierno Rajoy hasta las elecciones generales ordinarias de 2020, surgió súbitamente la convicción de que el curso de la legislatura quedaba interrumpido, de que hasta ahí habíamos llegado, de que había que tomar irremisiblemente decisiones para que tuviera lugar una ruptura que pusiera orden en el caos, que expresara fehacientemente una repulsa general y explícita a una corrupción que había sobrepasado todos los límites tolerables en una democracia moderna y europea.

El instante en que arrancó aquel desencadenamiento de los acontecimientos fue la breve secuencia formada por la noticia de la detención de Eduardo Zaplana, condenado por haber amasado presuntamente una fortuna mediante cohechos acopiados durante su desempeño político, y por la publicación por la Audiencia Nacional de la sentencia de la primera parte del caso Gürtel, con 29 condenados a cerca de 400 años, la aseveración tajante de que se había formado un entramado institucional de corrupción en el PP que había mantenido una "caja b" al menos desde 1989, y la desautorización por increíble de la deposición en el proceso del propio presidente del Gobierno, que declaró ante el tribunal. Las dos noticias fueron impactantes y demoledoras, y fue Ciudadanos, el partido que ha sostenido al PP durante el tiempo de la actual legislatura, el que aseguró con indignación que aquellos acontecimientos marcaban un antes y un después y habían representado la voladura de la legislatura.

El PSOE, principal partido de la oposición y el único que disponía de diputados suficientes, respondió con la decisión apropiada que las circunstancias exigían: la moción de censura regulada por el artículo 113 de la Constitución. Parecía lógico que ante aquel turbión, que tan sólo mereció fútiles explicaciones por parte del PP, la fuerza alternativa invocara la respuesta parlamentaria adecuada.

La moción presentada no era estrictamente política -lo explicó desde el primer momento Pedro Sánchez- puesto que no surgía de la idea de aplicar un programa de gobierno distinto (que también: es evidente que el PSOE discrepa de buena parte de las decisiones políticas adoptadas por el PP desde 2012) sino de una necesidad moral: la de ofrecer a la ciudadanía una opción de recambio, la de salvar la dignidad del Estado, la de erradicar la idea disolvente de que la política sirve ante todo para el enriquecimiento ilícito de las elites, la de que la corrupción no tiene graves consecuencias políticas para el partido en cuyo seno arraiga y se extiende.

En consecuencia con estos planteamientos, Sánchez no ha negociado su propia candidatura „la Carta Magna dispone que es ineludible la presentación de un candidato alternativo„ porque esta no es la cuestión: la iniciativa ofrece la posibilidad de relevar al gobierno. Quien lo crea necesario, votará que sí; quien crea que no, tendrá que explicarlo. Ciudadanos en concreto deberá razonar con mucha convicción su negativa si finalmente la mantiene. Pedro Sánchez ha manifestado que si obtiene la investidura, tomará las decisiones imprescindibles para estabilizar el país -en Cataluña no puede haber un vacío de poder„ y convocará rápidamente elecciones para que sea finalmente la ciudadanía la que resuelva la situación creada y diga la última palabra.

Es posible que la moción no prospere, sobre todo si Ciudadanos y el PSOE no se ponen de acuerdo previamente a la votación, pero el Gobierno debe perder toda esperanza de mantenerse en estas condiciones. El PSOE no saldría dañado de su intento, pase lo que pase, y Ciudadanos, en cambio, habría quedado en una posición precaria tras hacer primar su propio interés sobre el interés general. El revulsivo moral podrá no tener efecto a corto plazo pero no es difícil vaticinar que será completamente resolutivo no mucho después.

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