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Figuraciones mías

La medusa asesina

Dada la falta de medidas concretas puestas en marcha por las administraciones de las islas para frenar el turismo masivo que va a avasallarnos sin contemplaciones en unas semanas, la naturaleza se ha aliado con los mallorquines y ha enviado a nuestras costas la temida carabela portuguesa. Bienvenida.

"La medusa asesina llega a Mallorca" ha titulado la prensa alemana, obviando que el animalillo no es una medusa, sino un hidrozoo y que todavía no ha asesinado a nadie. La edición digital de Bild Zeitung ha alarmado a sus compatriotas al anunciar a bombo y platillo que estos animales marinos pueden producir un paro cardíaco a personas que sean especialmente sensibles. La noticia está tan artificialmente hinchada que una se pregunta si no obedece a una maquiavélica maniobra de nuestros mercados competidores del Mediterráneo, con Turquía a la cabeza, para arruinarnos la temporada.

Los hoteleros han mostrado su preocupación ante una noticia que, según ellos, puede provocar cancelaciones de última hora, sin tener en cuenta que un turista alemán o británico no va a renunciar a su semana loca en Mallorca ni aunque se desaten las siete plagas de Egipto. Los turistas conocen perfectamente la situación de la isla. Saben que está atestada, que apenas se puede circular por sus carreteras, que se practica el balconing, que reina el incivismo ¿Pero acaso les detienen estas menudencias? No, han ahorrado durante todo el invierno para tostarse a nuestro sol y nada ni nadie les hará cambiar de planes. Mucho menos un hidrozoo.

Sin embargo, aquellos que viven del turismo siguen asustados ante esta invasión urticante, sin otorgarle todo el protagonismo que se merece a la aterradora visión de un turista entrado en carnes que aterriza en la isla ataviado con un conjunto de ropa interior de señora de color fucsia. Esa sí que es una visión asesina y no la carabela, de la que se han avistado cuatro tristes ejemplares. Además, los expertos consultados afirman que la carabela no podrá sobrevivir en nuestras costas más allá de unas semanas y que su picadura no es ni más ni menos dolorosa que nuestra medusa de toda la vida. De hecho, parece ser que puede provocar la muerte solo en personas con algún tipo de alergia, que sufran un shock anafiláctico, de igual manera que lo pueden provocar las picaduras de avispas o abejas.

Pero en fin, es llegar el verano y dar rienda suelta a nuestra secreta fascinación por las catástrofes: que si el ébola, que si la gripe A, que si las tintoreras, un catálogo de horrores que sólo parece medrar encubado por las altas temperaturas.

A mí, la carabela portuguesa no me da miedo porque soy de la Playa de Palma y las he visto de todos los colores, no en vano a los cuatro años jugaba a descuartizar con una pala la gelatinosa anatomía de las medusas corrientes. Además, he sido entrenada en la lucha cuerpo a cuerpo para repeler a cualquier visitante incómodo: durante años me medí con quien hiciera falta para conseguir la pelota Nivea que descendía de las alturas lanzada desde un helicóptero.

Además, pertenezco a una generación dura de pelar, la que acudió al estreno de Tiburón. Cierto es que estuvimos semanas sin meternos en el mar más allá de las rodillas y que en lo más crudo de la crisis ni siquiera nos tranquilizaba la seguridad de la piscina. Pero lo superamos y superaremos también el advenimiento de la carabela portuguesa. Quizá lo mejor que pudiera pasar es que apareciera alguna por es Trenc y los del Bild lo contaran como solo ellos saben: ¡La medusa asesina llega a la playa de la muerte! Probablemente será la única manera de encontrar un sitio libre donde poner la toalla este verano.

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