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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Los Iglesias se ganan el chalet

Ya me gustaría obtener en mi entorno una aprobación de dos de cada tres personas. En cambio, para el ego de Pablo Iglesias resulta insuficiente el 68 por ciento cosechado en el primer referéndum sobre un chalet en la historia de la democracia, el 89 por ciento ganado en Vistalegre o el 99 por ciento que acaricia el secretario general cuando reúne a la ejecutiva de dos personas de Podemos. Un siete a tres es una goleada en cualquier deporte. Rajoy no puede ni soñar con ese porcentaje de apreciación entre sus huestes, según demuestra su 2,6 en el CIS. El socialista Sánchez alcanzaría dicha cuota a duras penas, y solo después de la corajuda moción de censura. Admitamos que Rivera superaría el 68 por ciento dentro de Ciudadanos, pero siempre a notable distancia de la puntuación estratosférica de su rival Inés Arrimadas.

Los Iglesias se han ganado el derecho a su chalet. Dado el porcentaje de aprobación, ahora lamentarán haberse quedado en 600 mil euros, en vez de pujar por una vivienda de un millón, que tampoco hubiera derribado el umbral de intolerancia de los afiliados. El tremendismo de la Familia Real de Podemos desembocó en una consulta esperpéntica, en la que cuesta distinguir a quienes denigran la operación de quienes la consideran grotesca pero insuficiente para derrocar al monarca.

Si el referéndum se vincula exclusivamente a un chalet de cursilería abrumadora, resultaría que la mayoría de afiliados de Podemos se comprarán una casa de 600 mil euros en cuanto dispongan de la oportunidad. El partido ultrarradical se convertiría así en una fuerza de promociones urbanísticas de alto standing. Quedan en evidencia quienes clamaban despavoridos que la fuerza emergente pretendía incendiar las barbacoas de los chalets españoles. La ocupación de las viviendas opulentas no pretendía instaurar la revolución, sino fomentar la sustitución. Es una gran noticia para la inmobiliaria de lujo, pero los enemigos de Iglesias deberán decidir si es un esclavo de los ayatolás de Irán o solo de las molduras doradas de Donald Trump.

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