Diario de Mallorca

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Ya es vieja la pregunta acerca de si el insensato nace o se hace. Es sensata la pregunta. El insensato no es un loco. El loco es imprevisible. El insensato lo es por tener rasgos de sensatez e incluso llevar una vida sensata. Eso sí, plagada o teñida, tal vez trufada o entreverada de insensateces. La insensatez puede pasar mucho tiempo larvada en un individuo, hasta que da síntomas. Un apacible y saludable chaval atildado y de buena familia, deportista y con novia formal e incluso propensión a la filatelia nos puede parecer sensato durante un lustro. Hasta que descubrimos que lleva años matriculado en Historia del Arte. Insensato es pasarse un semáforo o intentar convencer de algo a un político.

Pero luego hay una insensatez sostenida en el tiempo. La del que busca la bondad humana o vida inteligente en una estrella mirando por un telescopio. Ensayo sobre la sensatez sería un buen título para un ensayo sensato. Es insensato ser sensato en ciertos periodos de la vida.

Algunos partidos someten a consideración de sus bases si es o no sensato lo que hacen sus dirigentes. Hay controversia, por tanto, acerca de qué es comportarse con sensatez. Una variante del insensato es el fatuo, que es alocado pero además pedante. Pomposo, impostado. Claro que si bien se mira, un fatuo sensato puede ser como un hombre dormido, tranquilo, diciendo cosas apacibles en tono monocorde. Tomas café con él y te quedas dormido. Si es descafeinado no despiertas ya nunca. Es sensato hacerse un seguro pero al cabo del tiempo es una insensatez el dinero que has invertido en él sin amortizarlo. Eso es la sensatez institucionalizada. O tal vez la insensatez tontuna, que nos invade.

No hay por parte mía intención alguna de propagar las virtudes de la insensatez. De la sensatez, tampoco. Puede que a estas alturas de la columna fuera prudente dejarlo. Dejarlo estar. No elucubrar más. Las palabras se gastan. Incluso si son empleadas con mesura. Mesura: ya era hora de emplear en este artículo algún sinónimo de sensatez. Tiene otro matiz, sí. De acuerdo. No es lo mismo.

El sensato da la mano al niño en el cruce. No habla de más. No insulta a un fortachón. No se alimenta de hamburguesas y tornillos. Duerme. Sueña lo justo. Hace el cambio de armarios en fecha. El jueves compra leche para todo el fin de semana. Amanece, que no es poco. Da los buenos días al vecino. Gusta del bricolaje. No es imaginable un insensato con un taladro en la mano. Al sensato lo tienes más a mano que al insensato. Al insensato no lo tienes más a mano. O sea, necesitas hablar con él, lo imaginas en su escritorio redactando un expediente, le pegas un telefonazo, y tal vez está en el sur de la India cenando a las tres de la mañana hormigas con patatas fritas en suave salsa de coco y lima en chándal.

Pero claro, a lo mejor te parece que eso, vivir, es lo sensato, y no estar aquí. Pensando que podrías estar en la India. Aquí. Cediendo el paso a todo el mundo y saludando por los pasillos. Comiendo boquerones con tenedor, incluso.

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