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Antonio Papell

El supremacismo y los matices

Antoni Puigverd es un acreditado escritor catalán, con notorio bagaje intelectual y literario, que colabora habitualmente en la prensa del Principado y que ha mantenido en el conflicto una posición favorable a una hipotética "tercera vía", de conciliación y diálogo, que podría asimilarse al a que ha tratado de postular el PSC de Miquel Iceta. Y este lunes, publicaba en la prensa catalana un artículo en el que criticaba a Pedro Sánchez por haber afirmado que Quim Torra, el nuevo presidente de la Generalitat, "es el Le Pen español".

Y continúa diciendo el articulista: "Sánchez quizá ha dicho eso, sin pensarlo demasiado, exigido por la necesidad de hacerse oír en el escenario en el que destaca Albert Rivera, quien se refiere al nuevo president como "el racista Torra". La frase de Sánchez revienta un poco más el airbag del PSC. Un airbag que, ente dificultades, los socialistas de Catalunya intentan volver a inflar para hacer honor a un partido que nació, precisamente, con la voluntad de evitar la división de los catalanes por razón de origen".

Según Puigverd, Miquel Iceta, que soporta con estoicismo su incómoda situación, está siendo presionado por una pinza: "mientras el independentismo acusa al PSC de traidor por el mero hecho de aceptar la legalidad vigente, el partido naranja, describiendo a Torra como un supremacista racial, pretende que todos los catalanes que no comulgan con el independentismo rechacen, no ya el proyecto de separación sino el catalanismo en general, como si de una ideología diabólica se tratara". Finalmente, Puigverd sale en defensa de Quim Torra, quien sería "un error estratégico de Puigdemont, porque sus textos son y serán muy mal leídos en toda Europa. Pero no es ni racista ni supremacista". En consecuencia, Sánchez debería facilitar, y no entorpecer, esta especie de mediación que intenta Iceta.

El planteamiento, respetable aunque opinable (los textos de Torra, bien leídos, no facilitan la piadosa interpretación que de ellos hace Puigverd), tiene sin embargo un fallo esencial, invalidante, que es el de la simplificación: frente a Ciudadanos se alzaría el independentismo, y en medio, el PSC. Cuando en el independentismo hay matices, que no se manifiestan porque cuando triunfa el impulso épico de la rebelión que sobrepasa las fronteras de la legalidad y adquiere resonancias revolucionarias, el disidente es presionado y chantajeado hasta verse obligado a callarse. Y en el caso que nos ocupa, puede afirmarse que un sector relevante del independentismo piensa, como Pedro Sánchez (y como quien firma estas líneas), que los escritos y los tuits de Quim Torra son de un impresentable supremacista, de un nacionalista étnico muy próximo a la xenofobia, por lo que la denuncia de que es indecente que muchas personas que fueron abanderadas de un catalanismo civilizado y templado se cobijen ahora bajo ese paraguas populista y supremacista, ciertamente cercano a las tesis de Le Pen, parece muy pertinente.

Esa mediación que se le pide al PSC, y que ojalá que cuajase algún día, no se logrará con el ala radical del independentismo, a cuyo frente se han situado Puigdemont y Torra, este reconocido y fervoroso seguidor de las tesis del Estat Catalá.

Por decirlo más claro, la negociación y el diálogo que el PSC y muchas personas de buena voluntad desean no se logrará relativizando la dureza ideológica del nuevo presidente de la Generalitat, que es un sectario en toda regla, sino ayudando al soberanismo moderado y racional a adueñarse de su espacio político, a regresar a la ortodoxia democrática -que detesta, por ejemplo, la manipulación mediática oficial que está teniendo lugar en Cataluña- y a marginalizar a quienes están dispuestos a todo -incluida la fractura cruenta de consecuencias imprevisibles- para colmar su fanatismo con los ideales utópicos que no tienen cabida en la Europa actual.

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