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Ramón Aguiló

El reto del equilibrio

En política, como en el resto de actividades humanas, incluso en el propio funcionamiento del cuerpo, es esencial la conquista y el mantenimiento del equilibrio, lo que en el cuerpo sería la homeostasis, la característica que permite la regulación del ambiente interno para sustentar una condición estable. Así, en política internacional, tras la Segunda Guerra Mundial, hasta el año 1989 en que cayó el Muro de Berlín, se acuñó el término "equilibrio del terror" para definir la situación en que el mundo se dividía en dos bloques, en cada uno de los cuales, las dos potencias mundiales, la Unión Soviética y EE UU, con capacidad de destrucción mutua asegurada, establecían las reglas de juego. Recuerdo que una de las grandes preocupaciones de la dirección del partido socialista en los inicios de los noventa era el paso de un mundo bipolar a un mundo dominado por una sola potencia, un mundo unipolar. La dirección apostó entonces por la asunción de la tesis de la multipolaridad. Tesis políticamente correcta que fue recibida con bastantes dosis de escepticismo por los que pensábamos en las dificultades que planteaba la multipolaridad. Pensábamos, salvando las distancias, en la Pax Romana que transcurrió entre el final de la cuarta guerra civil y la crisis del siglo III, también llamada Pax Augusta porque se inició con César Augusto. Lo cierto es que, roto el equilibrio, desde los noventa, y habiendo entrado en la multipolaridad, no hemos dejado de estar instalados en la inestabilidad: las guerras de los Balcanes; la de Irak contra Irán; la guerra de Irak; la primavera árabe con sus violentas crisis en Egipto, Túnez y Libia; la fundación del Daesh y la guerra por el califato en Irak y Siria; la desestabilización de Ucrania, la anexión de Crimea por Rusia al compás de su recomposición como potencia, con Putin al mando presionando sobre las fronteras occidentales; y el nuevo tablero mundial con la globalización, con China pidiendo paso, la lucha por los recursos alimentarios y del agua. Y, en EE UU Trump, que declara que su única responsabilidad es ante su país: America first.

En la política española el equilibrio desapareció con los mandatos de Zapatero, un hombre que creyó ser un visionario. Los factores fueron diversos: ingenuidad suicida en política internacional, especialmente con aliados como EE UU, desaparición de España de la política europea, revisionismo de la Transición, resurrección de la Guerra Civil, nefasta política territorial, la lucha de lo políticamente correcto contra las palabras ("las palabras están al servicio de la política") y, sobre todo, desgraciada gestión económica negando la crisis y tomando contraproducentes medidas keynesianas en una economía abierta como la española, que incrementaron el déficit del Estado y lo pusieron al borde del rescate. Tras el brutal incremento del paro y las primeras medidas de reforma, de pensiones, laborales, etc. sobrevino la paulatina entrada en escena de dos nuevos partidos, uno surgido en 2005, al compás de la deriva nacionalista del PSC de Maragall en Cataluña, Ciudadanos, y el otro, Podemos, nacido de la condensación de parte de las fuerzas del movimiento ciudadano que se expresó el 15 M de 2011, cuyas radiaciones ionizaron políticamente buena parte del mundo. Era el principio del fin del bipartidismo que empezó a eclosionar en las elecciones catalanas de 2012, las europeas de 2014, y se consolidó en las generales de 2015 y 2016.

Estamos por tanto en situación de desequilibrio y en la situación prevista en la segunda ley de la termodinámica, la de un sistema que evoluciona en el sentido de incremento del desorden. Será necesaria la introducción de nueva energía para generar entropía negativa y restablecer el equilibrio. Para alcanzarlo y mantenerlo es imprescindible, como en el caso del equilibrista caminando sobre la maroma, mantener bajo el centro de gravedad con el auxilio de una pértiga. Cualquier oscilación hacia uno u otro lado acaba con el equilibrio. En política, el equilibrio entre pasiones y emociones que amenazan desde lados opuestos, nacionalismo catalán contra nacionalismo español, sólo se puede conseguir con la aplicación de la pértiga de la razón, que es tanto como decir del sentido común y de la correcta lectura de la realidad. Está claro que un partido carcomido por la corrupción como el PP, cuyo último escándalo, un Zaplana acusado de blanqueo de capitales y delito fiscal, es factor de desequilibrio. El PSOE, histórico responsable con el PP del desequilibrio existente, con un líder que no transmite la más mínima credibilidad y en estado catatónico, es simplemente un partido con pasado. La demagogia, el narcisismo y la irresponsabilidad de la pareja gobernante de Podemos, al estilo del señor y la señora Kirchner, peronismo de izquierda comunista, traslada a su partido la responsabilidad de redimirles de una decisión, la compra de un chalet de 660.000 euros, que contradice todas sus denuncias contra la casta, las banderas de su reclutamiento entre los indignados. ¡Los acosadores de los escraches a Rosa Díez y Sáez de Santamaría denunciando, pobres y sensibles seres, ser acosados de forma insoportable por la prensa libre! Y Ciudadanos, la gran esperanza blanca, lanzando la España ciudadana, lanzando besos de pasión española a una cursi Marta Sánchez deshecha en lágrimas de emoción nacionalista. Sabíamos que el secesionismo del nacionalismo catalán resucitaría al nacionalismo español, pero pensando en sus orígenes, no imaginamos que Ciudadanos, fuera de Cataluña, se lanzara a esta charca pestilente. El patriotismo constitucional de Habermas es otra cosa. Han reaccionado a las críticas proclamando que no son nacionalistas. Si camina como un pato, nada como un pato, grazna como un pato, es un pato. En fin, hay desequilibrio para mucho rato. Y con Philip Roth muerto.

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