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Zaplana

Pocas personas que hayan seguido el devenir de la política española se habrán sorprendido de que la Guardia Civil haya detenido por fin a Eduardo Zaplana, autor apócrifo de aquella célebre declaración de principios: "Yo estoy en la política para forrarme". En realidad, según diversas fuentes, dicha frase la pronunció Vicente Sanz, secretario general del PP valenciano, pero bien puede decirse sobre la atribución, por la contigüidad, que si non è vero, è ben trovato.

Zaplana, que ya empezó mal su trayectoria pública, llegó a la alcaldía de Benidorm gracias a una tránsfuga del PSPV. Como en Madrid con el "Tamayazo", aquella banda voraz conseguía el poder como fuera, conquistándolo en las urnas o comprándolo en las cloacas. Y elevado a la presidencia de la Comunidad Valenciana, inauguró la etapa del comisionismo, acompañado por algunos prohombres de la zona, con la familia Cotino al frente. Finalmente, fue premiado por Aznar con un ministerio, que coronó su carrera política. La UCO cifra en más de diez millones de euros la mordida oculta en Panamá, cuya repatriación le ha delatado.

La detención de Zaplana es una especie de fin de ciclo, que la sociedad de este país tiene que certificar ahora en las urnas. Porque la depuración no ha sido interna ni ha llegado de alguna voluntariosa autorregulación: han tenido que ser los jueces y los policías los han puesto coto al desmán. La "vieja política" reaccionaria y ladrona ha de quedar ahora enterrada lejos de las instituciones.

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