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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Una casa con jardín

Que todo se puede justificar si uno es osado se aprende pronto en política. Yo tuve un ejemplo muy elocuente hace muchos años, cuando en respuesta a una acusación de la oposición sobre la dejadez en las zonas verdes públicas de Palma, el concejal del PP Joan Bauzà sentenció en un pleno: "No dude que a nosotros nos encanta la naturaleza y también somos ecologistas. Mire si lo somos que todas nuestras casas tienen jardín". Hasta los contrincantes se rindieron al talante gamberro del añorado miembro del equipo de Joan Fageda, en una época en que derecha e izquierda presentaban perfiles reconocibles. Hoy día la cosa ya no está tan clara, y la diferencia de clases no determina necesariamente el lugar que se habita. Seguro que a Joan Bauzà le hubiese parecido muy normal que los líderes de Podemos Irene Montero y Pablo Iglesias aspiren a cambiar un piso por un chalet con jardín y con piscina, aunque ello les suponga endeudarse hasta las cejas con un banco. Pero claro, él nunca en la vida habría votado a Podemos. Han sido los propios compañeros de siglas de la pareja quienes han puesto el grito en el cielo porque hay que estirar mucho el concepto de vivienda digna que manejaban los indignados para que te salga un casoplón como ése al que se van a mudar sus herederos en la sierra madrileña. Pero más difícil de digerir todavía es que se implique en una decisión personal e intrascendente para el bien común a todo un partido que representa a cinco millones de electores. La maquinaria morada conteniendo la respiración a la espera de que las bases decidan en una consulta si sus representantes son merecedores, además del préstamo hipotecario, del crédito de la gente. Llegar a este punto convierte a Montero e Iglesias en ineptos totales. En la tesitura de decidir algo tan ridículo como la continuidad de unos líderes que ponen el límite de la coherencia en el límite de la visa, el mejor resultado para Podemos sería una enorme abstención que relaje a sus votantes de cara al futuro. Allá vosotros con el color de las cortinas de la casita de invitados.

No entiendo cómo van a hablar en nuestro nombre si no se parecen a nosotros, o peor, si no se quieren parecer. El pequeño escándalo de la pareja de diputados, que anuncia su paternidad en las redes con esa cursilería propia de la monarquía, tiene que ver con la esa campana de cristal en la que suelen habitar los representantes democráticos, y que Podemos había llegado para romper. Hasta que les ha tocado rendir cuentas y hablan de ultraje a su privacidad. ¿Afecta a su visión del mundo la dimensión del domicilio particular de Francina Armengol? Yo creo que sí ¿Es significativo conocer si los hijos del conseller de Educación han estudiado en la escuela pública? Para mí, sí. ¿Puede disfrutar de un seguro privado de salud quien ha de velar por la calidad de los hospitales de la Seguridad Social? No queda bien. Invocando la transparencia no debería haber problema para contestar estas preguntas y otras muchas que ayuden a los ciudadanos a conocer el tamaño del abismo que les separa de sus portavoces. Que luego cada cual decida las incongruencias que le parezcan permisibles. Los dirigentes de Podemos hacen declaraciones delirantes sobre el derecho de todo ser humano a saltarse lo que predica mientras un juez ordena detener al exministro popular Eduardo Zaplana por blanqueo de dinero presuntamente procedente del cobro de comisiones. Dos noticias en absoluto equiparables seguidas en Telediario, de quién es la culpa si se te pasa por la cabeza meterlas en el mismo saco.

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