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Susu Moll

La mirada femenina

Susu Moll Sarasola

Ni pizca de gracia

sta semana he podido observar ciertos avances positivos en el ajedrez político social de nuestro país. Por fin vislumbro una oportunidad para que la situación política se desbloquee un poco.

Mientras se sigue investigando si Pablo Casado recibió o no trato de favor en el centro Cardenal Cisneros, lo cual me parece bastante irrelevante, los líderes de Podemos, Pablo Iglesias e Irene Montero, se han colocado en el punto de mira con la compra de un lujoso chalet en la sierra.

Nada tiene de malo que dos líderes políticos se compren la casa que quieran. El error, en su caso, fue erigirse en modelo de código ético, y señalar y condenar al resto de políticos por hacer cosas parecidas.

Algunos opinan que se han aburguesado en un tiempo récord. El mismo Felipe González tardó bastante más años en hacerlo.

El pasado jueves, hubo un momento clave en el que Irene Montero se quedó a cuadros en rueda de prensa. Hacía una distinción entre comprar para vivir o comprar para especular. Esto segundo, dijo Montero, fue lo que el exministro de economía Luis de Guindos hizo. Pero entonces, una periodista de la sala le preguntó, y ¿cómo sabe usted que de Guindos compró para especular y ustedes para vivir? La cara que se le quedó a la líder de podemos, un auténtico poema. Yo no he dicho tal cosa, respondió totalmente bloqueada. Hay vídeo.

Las críticas no tardaron en llegar. Hasta por parte de los de su propio partido. Véanse las declaraciones del alcalde de Cádiz, Kichi, quien el pasado viernes reivindicó su "piso de currante".

En cualquier caso, todos pensamos que los delitos de corrupción deben seguir siendo investigados. Pero ahora que los morados se han puesto en entredicho y han dejado de ser ese "modelo franciscano" (en palabras de Enric Juliana) a seguir, espero que el resto de formaciones políticas dejen el "y tú más" y se pongan a trabajar también en solucionar los problemas de los españoles. El encaje de Cataluña en España es, sin duda, uno de los asuntos más serios.

Con la polémica investidura de Quim Torra el independentismo ha sufrido considerables bajas. Los Comunes, Francesc Doménech y Ada Colau, por fin abren los ojos y dejan su posición ambigua de lado para posicionarse contra el supremacismo y la xenofobia soberanista.

Sin el apoyo de su partido el separatismo ya no tiene mayoría real ni de lejos. Y los eslóganes que agruparon a miles de jóvenes sensibilizados con el 15 M como; el derecho a decidir, la libertad, la verdadera democracia, o el referéndum pierden sentido. Más si la alternativa es caer en manos de una derecha antiespañola.

Suele decirse que uno nunca debe jugarse lo que no quiera perder, y España no puede permitirse perder Cataluña.

Esta derecha catalana es tan o más casposa que la derecha del PP que en definitiva, y visto lo visto, podría terminar siendo la blanda de la película.

Pero no nos anticipemos. La mejor forma de verlo es dejarles actuar puesto que probablemente ellos mismos terminen poniéndose en evidencia.

He leído los artículos de Torra y se me han puesto los pelos de punta. Se plantea la existencia de dos razas; la catalana y la española.

La catalana, más blanca y parecida a franceses y alemanes. La española, con constitución craneal diferente y piel más oscura, parecida a la africana.

Pero a ver, hablar en estos términos en pleno siglo XXI es absurdo y refleja un pensamiento inmaduro y narcisista.

Es evidente que quienes mueven los hilos del soberanismo no han superado los complejos ocasionados por el trauma del franquismo y reaccionan con formas de intolerancia parecidas.

Torra es la marioneta de Carles Puigdemont, quien a su vez fue la marioneta de Artur Mas, quien a su vez fue la marioneta de Jordi Pujol.

Todos tienen en mente un proyecto de República Catalana excluyente.

Han equiparado su lucha a causas como la del Tíbet.

Hace pocos días Quim Torra denunciaba que en Cataluña se vive una crisis humanitaria. Todo pura estrategia. Como lo de "la revolución de las sonrisas".

Todos sabemos que hace tiempo que en Catalunya la gente dejó de sonreír.

Esto ya no hace pizca de gracia.

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