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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Fuego real israelí

Imagínense por un momento que cualquier país que no fuera Israel hubiera disparado con fuego real contra una manifestación de millares de personas y hubiese provocado una matanza como la de Gaza. Imagínense que el más de medio centenar de muertos y los alrededor de mil heridos de bala de los que han informado los medios no fueran palestinos sino, por ejemplo, europeos.

¿Se limitarían los gobiernos a exigir a las partes "la máxima contención" o exhortando al autor de la masacre, como ha hecho el nuestro, a "hacer un uso proporcional de la fuerza"? Imagínense que un Estado que no fuera Israel se hubiera dedicado durante décadas a desobedecer todas las resoluciones de la ONU sobre la ocupación ilegal de tierras palestinas.

¿Cuál habría sido la respuesta inmediata de eso que llamamos "comunidad internacional" y que la mayoría de las veces sólo quiere decir los gobiernos de Occidente? ¿No habrían llamado éstos inmediatamente al boicot del Estado violador? ¿Hasta cuándo se permitirá a Israel seguir utilizando la tragedia real del Holocausto para justificar sus acciones? ¿Hasta cuándo conseguirá un trato especial y no el que correspondería a un Estado que cometiese tales crímenes contra el derecho internacional humanitario?

Son en realidad todas ellas preguntas retóricas, pues la respuesta es muy sencilla: hasta que se lo permita el Gobierno de los Estados Unidos de América, su mayor valedor. Sólo el apoyo norteamericano, y no sólo el actual de Donald Trump, explica que se siga tolerando un comportamiento que contraviene todas las normas del derecho internacional humanitario.

Ciertamente Trump y el grupo de halcones que le aconseja se han comportado irresponsablemente al decidir el traslado de la embajada estadounidense a la ciudad dividida precisamente este año de conmemoraciones. Pero resulta vergonzoso que ni siquiera en ese tema haya podido la Unión Europea dar una respuesta común de condena de la acción norteamericana por las reticencias de Hungría, Rumanía y la República Checa. Israel, y sus incondicionales, seguirán denunciando el crecimiento, ciertamente intolerable, del antisemitismo en Europa. Pero seguirán viendo así la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

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