Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Hombre de despacho

Carles Puigdemont, que era el plan B de Mas, ha logrado aplicar su plan D, antes que llegar al E de Elecciones. Puigdemont llegó para acabar una legislatura y guardarle el sitio a Mas, sin ambiciones, sin expectativas, pero, ahora, a 1.864 kilómetros de casa y perseguido por la ley, hace cuanto puede por volver. Después proponer investiduras telemáticas ha conseguido la investidura vicaria en la persona del tercer propuesto, onceno en la lista de JxCat, Quim Torra, al que le ha pedido que sea president pero sin usar el despacho del president.

Puigdemont no quiere el poder, quiere el despacho. No es un hombre de estado, es un hombre de despacho. Esa especie quiere el poder personal para vestirlo, no para ejercerlo y lo mide en metros cuadrados, en ventanas a la calle, en el baño, en la altura y nobleza de la planta.

Si hay directivos de multinacionales que redecoran su estancia de trabajo ¿cómo no va un nacionalista, que es un ser territorial, a poner su nombre a boli en la parte inferior del asiento, a colocar un portafotos de la familia en la mesa y un salvapantallas en el ordenador de sus vacaciones en la costa rumana del Mar Negro. Cumplido eso, al hombre de despacho se le acaban los quehaceres.

Desde el despacho en que se gobierna Cataluña, Puigdemont no gobernó Cataluña: hizo un laboratorio de independentismo y toda su acción política se centró en llevar al extranjero su conflicto con (el resto de) España. Los catalanes no fueron gobernados porque no quería gobernarlos: lo que quería era que votaran y a eso se fueron todos sus esfuerzos.

Él quería su despacho y lo sigue queriendo y le da igual que Torras dirija temporalmente la república independiente catalana desde el cuarto de las escobas del palau.

Compartir el artículo

stats