El pasado miércoles 2 de mayo se presentó en Palma El velòdrom de Tirador. Una història de l'esport a Mallorca (Illa Edicions), libro que pretende culminar la recuperación de uno de los elementos de mayor trascendencia social y deportiva de Palma durante el siglo XX. Después de decenios de olvido, y cuando parecía condenado a la desaparición, varios artículos publicados de este diario (Diario de Mallorca, 16/6/2014, 2/11/2016 y 13/11/2017) intentaron reivindicar su memoria y recuperación merced a su papel clave durante varias décadas desde su inauguración en 1903 y su clausura en 1973. Poco a poco, parece que el estado de opinión ha variado sustancialmente.

Tirador nació ligado a los inicios de la práctica deportiva en Mallorca en la década de 1890, al nacimiento del deporte competitivo y su consolidación como evento de masas canalizado a través del ciclismo y cristalizado en la competición en pista. Su gestación fue causa y consecuencia del fenómeno social que supuso la eclosión del ciclismo en la sociedad mallorquina y su implantación como principal deporte de la isla durante décadas, mucho antes de la llegada de otros deportes y de que el fútbol se impusiera como deporte rey. Un hecho tan esplendoroso en su momento como olvidado a día de hoy: los más jóvenes desconocen su existencia y lo que significó, e incluso muchos veteranos pensaban que había desaparecido. La tradición ciclista mallorquina en pista, abanderada durante décadas en el cemento de Tirador, parecía olvidada y enterrada.

La pista fue clave para el desarrollo del ciclismo nacional. Desde su inauguración en 1903 se puso al frente del ciclismo estatal y pronto recibió el título oficioso de "catedral" del ciclismo español, ostentándolo durante seis décadas a pesar de su lejanía respecto a los principales focos deportivos del momento: Cataluña, Madrid y País Vasco (en 1929 la liga de fútbol se fundó con diez equipos: cuatro vascos, tres de Barcelona y dos de Madrid, algo sintomático), así como el difícil acceso desde cualquier punto de la península. Tirador acogió unos 70 campeonatos de España en todas sus modalidades, otros tantos de Balears y pruebas de ámbito internacional (las primeras se remontan a 1906) que situaron Mallorca en el circuito deportivo mucho antes de que el turismo se desarrollara a gran escala. Solo le faltó la organización de un campeonato europeo o mundial, al cual optó en varias ocasiones entre 1905 y 1947, pero sin alcanzarlo. Un hito que sí alcanzó Anoeta (San Sebastián) en 1965, que señaló simbólicamente el final de su reinado como pista de referencia y su declive hasta ser clausurado en 1973.

Tirador también fue un espacio polideportivo, pues fue punto de inicio para otros deportes cuando estos llegaron a la isla y carecían de un espacio adecuado. Allí se desarrolló el fútbol desde 1903 y se celebraron combates de boxeo, carreras de atletismo, partidos de baloncesto y de tenis, motociclismo, patinaje o tiro. Desfilaron personalidades de primer orden como el campeón del mundo de boxeo de los pesos pesados, Jack Johnson (1917) o la pionera del ciclismo femenino Alfonsina Strada (1926). Sobra decir que los grandes ciclistas del momento en pista pasaron en algún momento durante sus siete décadas de historia. Y fue testigo de otros acontecimientos como la elevación de globos aerostáticos, exhibiciones del acróbata Mestelrich y espectáculos musicales. En fin, además de su vertiente deportiva nos hallamos ante un punto de encuentro social de primer orden del siglo XX.

El velódromo también es una audaz obra de ingeniería de su tiempo, que con el paso de los años ha adquirido un valor patrimonial de primer orden. Es preciso destacar que es el duodécimo velódromo más antiguo del mundo y el único que no está actualmente en uso, gracias a lo cual permanece en un estado casi inalterable porque se encuentra casi tal cual fue inaugurado, ahora hace 115 años, salvando las consabidas obras de mantenimiento y el añadido del Xalet de Gaspar Bennàzar, construido en 1918. Ahora parece una instalación modesta; pero en su momento fue un ambicioso ejercicio de modernidad, una obra construida a conciencia, sólida y con afán de perdurabilidad, como así ha sido: después de 45 años cerrada su degradación es sólo superficial y perfectamente recuperable. Todo ello la convierte en una pieza excepcional a nivel mundial y tal vez la única de estas características. Una joya patrimonial y un elemento diferenciador que muchas grandes ciudades querrían para sí mismas y que Palma tiene la fortuna de que haya sobrevivido.

La pista ha llegado hasta nosotros gracias a una milagrosa conjugación de circunstancias favorables, ya que en más de una ocasión estuvo en un tris de desaparecer. En varias ocasiones sus antiguos propietarios planearon rehabilitarlo en profundidad o reemplazarlo por instalaciones más modernas. También pudo desaparecer engullido por proyectos urbanísticos municipales, el último de ellos para dar lugar a la segunda fase del parque de Sa Falca Verda. Cuando su expropiación culminó hace tres años, después de múltiples recursos judiciales, el proyecto de Sa Falca Verda había sido recientemente archivado para trabajar sobre un diseño basado en recuperar la pista. Entre proyectos fallidos y abandonos, entre disputas y pleitos, y con una gran dosis de fortuna, Tirador ha conseguido salvarse.

En definitiva, la publicación de El velòdrom de Tirador. Una història de l'esport a Mallorca, escrito por quien firma el presente artículo, pretende recuperar la historia del velódromo reivindicando sus múltiples facetas -deportiva, social, histórica, cultural y patrimonial-, propone dar solidez argumentativa a su rehabilitación para uso ciudadano e intenta recuperar una de las etapas deportivas más gloriosas de Mallorca desenterrando el mito de la legendaria "catedral" del ciclismo, que nunca debió olvidarse como referente social excepcional. Tal vez ahora la situación sea tan irreversible como esperanzadora y, en poco tiempo, el velódromo de Tirador reviva para protagonizar el segundo siglo de una vida deportiva apasionante.

*Doctor en Historia Contemporánea