Uno de los tres temas que la ONU ha propuesto para el Día Internacional de la Familia es mejorar la conciliación familiar y laboral, y muchos datos demuestran que la clave para la conciliación entre trabajo y familia es la flexibilidad, tanto en el tiempo como en el espacio. Estas políticas son las más demandadas por los empleados, aunque algunas empresas todavía siguen resistiéndose a generalizarlas, porque temen las dificultades organizativas que su puesta en práctica supone.

El 70% de los trabajadores considera que su trabajo no es flexible. Lo que de verdad ayuda a que el trabajo no se convierta en un obstáculo para el desarrollo del proyecto personal es el convencimiento de los empresarios.

El aumento de la tasa de dependencia derivado de la creciente esperanza de vida y la baja natalidad hace que la conciliación se esté convirtiendo no sólo en una exigencia de justicia, sino en una verdadera necesidad para los próximos años, en los que los trabajadores tendrán que soportar cada vez más el cuidado de sus mayores y enfermos, además de la maternidad y paternidad. La crisis económica actual no ayuda tampoco a encontrar soluciones. En cambio, en los países de nuestro entorno donde las políticas de apoyo a la familia son más extensas y aportan una mayor protección, las tasas de natalidad son más estables, como es el caso de Francia, Irlanda y Noruega. No es casualidad que el índice de natalidad español sea inferior al índice de reposición de la población, si se tiene en cuenta que es el país que menos parte del presupuesto destina a gasto social (el 0,4% del PIB, frente al 2,2% de media en la UE).

La otra asignatura pendiente la compartimos con el resto de Europa y es la igualdad. Se confirma que existe un desequilibrio considerable entre hombres y mujeres en lo que a la división de las tareas domésticas y al cuidado de niños se refiere. Son las mujeres las que principalmente optan por la reducción de jornada o por suspender temporalmente sus carreras profesionales, debido a las cargas familiares. Aunque estas medidas son en su mayoría el reflejo de las preferencias personales, tienen un gran impacto en el desarrollo profesional de las mujeres, en la diferencia salarial y en los derechos a pensiones. En 2009, del 18% de la población activa europea que trabajaba a tiempo parcial, el 31% eran mujeres frente al 8% de hombres.

De estos datos se deduce que la lucha por la conciliación en Europa sigue siendo "monopolio" de las mujeres. Incluso desde los Gobiernos, las políticas de conciliación tienen un "tono femenino" y tienden a olvidar que el derecho y la obligación de cuidar de los hijos y a las demás personas dependientes ha de compartirse entre ambos progenitores.

Hay tres retos que deben afrontarse para encontrar las soluciones adecuadas. El primero es plantear las relaciones trabajo-familia como una fuente de beneficio mutuo y no de conflicto, lo que supone considerar a la familia como escuela de competencias directivas y reorientar las políticas públicas hacia la sostenibilidad social, promocionando la unidad familiar como espacio propio de socialización, generadora de capital social y sustentadora informal del sistema formal de la economía visible. Apoyar a la familia es lo más barato y eficaz, y esa ecología humana es la base de la sostenibilidad social.

En segundo lugar, hay que valorar el beneficio que se deja de percibir cuando no existen políticas empresariales flexibles, como reconocen numerosos estudios internacionales. Las empresas mecanicistas, rígidas en horarios y poco sensibles al entorno personal y familiar del empleado son menos atractivas y pierden capital humano específico, lo que termina causando un mayor absentismo, una disminución del compromiso del empleado y una mayor rotación.

Y en tercer lugar, una adecuada reorientación del concepto y el valor del tiempo en el trabajo. En un contexto de extensas jornadas laborales como el de España, las formas de organización del trabajo y los estilos directivos necesitan una profunda transformación, si no quieren dejar de ser competitivos y globales frente a nuestros colegas de otros países. Por eso, se hace necesario apostar por un pacto social que sirva para armonizar horarios laborales, escolares, comerciales y familiares. En países como Holanda, Francia, Alemania, Suecia o Noruega, la racionalización de horarios ha hecho posible tres objetivos simultáneos: una mayor incorporación de la mujer al mundo laboral, y el aumento del índice de fertilidad y de productividad en relación con el número de horas trabajadas.

Mientras tanto en el Parlament se está tramitando la primera ley de apoyo a las familias de Baleares con las alegaciones de los grupos parlamentarios. Veremos como acaba, pero debería ser, por su importancia, una ley para todas las familias de estas islas.

* Presidente del Instituto Balear de la Familia