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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Soñar bares de soñadores

La morralla concursante de La 1 coincide con las cámaras de comercio y con los anuncios de los bancos en que hay que cumplir los sueños, que lo mismo te llevan a Lisboa en Eurovisión con el aval de Operación Triunfo que a abrir un taller en el barrio con un crédito del banco.

Ya no es una crítica llamar a alguien "soñador". Sueños lleva un plural que vacía el sentido de reposo y lo cambia por una eterna vigilia en busca de la oportunidad mientras el beneficio de los soñadores se lo llevan los despiertos que observan, piensan, idean y calculan.

Los principales anunciantes de bebidas refrescantes, primero la cerveza, luego el burbujeante jarabe multinacional de color marrón, insisten en contradecir esa invitación al emprendimiento en su publicidad para España. Se centran en los bares como factorías en las que se forja el país y donde los soñadores de antes son entrañables fracasados que brindan por la memoria de las ilusiones frustradas y beben por el tiempo perdido en intentos fallidos.

España son bares, pregunte en el extranjero, pregunte a los turistas, que cada año son más. Los bares ya estaban para atender a los campesinos, a los asalariados y a los rentistas, pero desde el desarrollismo son marca España. Lo nuestro es soñar con bares de soñadores porque el país no ha aprendido a hacer otra cosa. Nuestro despegue no llevó al hombre a la Luna pero trajo a la familia al sol y es lo que permanece entre una crisis bancaria, una reconversión industrial y una burbuja inmobiliaria. Nuestro emprendimiento no empieza en el garaje de la casa sino en el chiringuito de la playa; nuestro Silicon Valley es la silicona on the beach, nuestro Gates es un Adrià y nuestra innovación, las tapas. Pon otra.

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