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Más educación y menos polución

Me refiero a educación sanitaria como único remedio contra la polución mental que, por auspiciar ciertos comportamientos puede, demasiadas veces, poner en riesgo la salud e incluso la vida. La ciencia no progresa con base a opiniones sino que precisa evidencias de base empírica: rigurosos estudios que en ningún caso avalan la promoción (por desconocimiento cuando no intereses varios) de actitudes irresponsables, cual es el rechazo a la vacunación o la aceptación de procedimientos sin el menor aval ni constatación de su utilidad, haciendo patente que las situaciones de crisis (enfermedades o posibilidad de sufrirlas) quizá no aumenten el número de sandíos, pero los hace más visibles y Josep Pàmies, agricultor metido en camisa de once varas, es sólo un ejemplo.

En ocasiones, determinadas creencias mueven a la sorna. Sería el caso de las “dietas milagro” (Dukan, Atkins…) si no fuese porque el desequilibrio en la ingesta -supresión de glúcidos, sólo proteínas…- puede resultar dañino. En parecida línea, el manejo de las “energías”, aunque nadie sepa de qué se está hablando, ha dado para toda una enciclopedia de la memez, bien sea por intentar hacerse con las positivas -caso del feng-shui o el reiki, transmitiendo energía vital con las manos para desbloquear los chakras (?)-, bien alejando las negativas por el expeditivo método de llevar un cardo seco en la cartera. O la pulsera Power Balance que portaron en su día los enterados Antonio Banderas y Cristiano Ronaldo hasta que fuera denunciada en 2010 por fraude.

Sin embargo, el asunto cobra distinto cariz cuando las estupideces pretenden competir en el ámbito sanitario, defendiéndose su utilidad preventiva, diagnóstica o terapéutica. Respecto a la primera, sinrazones varias y carentes de respaldo objetivo alguno se han sumado últimamente a las campañas contra la vacunación por temor a sus efectos secundarios y entre ellos, que puedan provocar autismo en niños de corta edad, ignorando que con autismo, de existir, se nace. Rechazar las vacunas y a más del riesgo individual frente a determinadas infecciones, supone un grave atentado ético por favorecer el contagio del entorno con el que se relacione el individuo no vacunado. Ello ha motivado que en Francia ya se exija por ley la obligatoriedad de vacunar a los hijos, o que la UE proyecte, para el año próximo, una web en la que se proporcione información para evitar las miles de muertes que podrían derivarse de un aumento en la incidencia de enfermedades infectocontagiosas, evitable vacunas mediante.

Por lo que hace al diagnóstico de enfermedad, cabría esperar que con mayor y mejor educación disminuyeran los dispuestos a creer que a través de la oreja (por tener la forma de un feto invertido, aseguran los partidarios de la aurículomedicina), algo parecido a un bolígrafo electrónico, aplicado a distintas partes de la misma, emitirá un sonido que señale la zona de su cuerpo alterada. No obstante, son las terapias alternativas (ninguna de ellas avalada por la OMS) el motivo de mayor preocupación: por sus nulos efectos y, por lo mismo, comprometer demasiadas veces la supervivencia de los usuarios. Es sabido que algunos enfermos de cáncer optan por las mismas, habiéndose demostrado (un estudio reciente es el publicado en 2017 por el Journal of the National Cancer Institute) que ello aumenta el riesgo de muerte -lo multiplica por seis en caso de cáncer de mama o por más de cuatro en caso de neoplasias de colon- y disminuye significativamente los porcentajes de supervivencia a cinco años. En tumores mamarios descendería del 86,6% al 58%; del 41,3% al 19,9% en caso de neoplasias pulmonares…

Demostrada su inutilidad, se hace pues imperativa la denuncia de semejantes procedimientos: desde la Naturopatía en sus diversas ocurrencias (aromaterapia, talasoterapia, geotecnia…) a la traída y llevada homeopatía que inaugurase Hanemann allá por el siglo XVIII, asegurando que la dilución progresiva de la sustancia original, al punto de que en ocasiones quede una sola molécula de la misma (la llaman “potenciación” a través de la “memoria del agua”), posee inigualables propiedades terapéuticas. Sin embargo, y pese a sus inspirados valedores, no hay un solo ensayo clínico que pruebe acción positiva alguna y es la razón que asistía a la British Medical Association para calificarla de “disparate”; o a nuestro ministerio de Sanidad cuando afirmó en 2011 que no parecían existir diferencias con el efecto placebo. Por igual motivo, la Universidad de Barcelona ha suspendido recientemente el máster (ignoro si también fue cursado en su día por la señora Cifuentes) sobre la misma, que venía impartiéndose desde hace más de veinte años y es que, junto a la cúrcuma que con tanto tesón defendió desde este mismo periódico (entrevista en enero) la médico de familia Odile Fernández, las flores de Bach o el yin y el yang, ya va siendo hora de cerrar de una vez el saco de las majaderías. Porque la vida de cualquier ciudadano merece algo mejor que quedar al albur de creencias sin fundamento y mentiras interesadas.

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