Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

La supervivencia del PP

El sistema bipartidista que ha imperado de facto hasta finales de la legislatura 2011-2015 en que el Partido Popular gobernó con mayoría absoluta protegió de sí mismas a las dos grandes organizaciones: la distancia entre ambas era tan notoria que los trasvases tenían que ser por fuerza limitados. Las alternancias se producían, sí, pero el derrotado se mantenía prácticamente indemne. Cuando González, después de catorce años de gobierno y de un desgaste muy intenso en la última etapa, se vio obligado a entregar el testigo a Aznar en 1996, lo hizo por menos de 300.000 votos: el PP ganó con el 38,79% de los votos, frente al 37,63% del PSOE.

Ahora, el PP se encuentra en una situación agónica, con un desgaste que probablemente supere el del PSOE en 1996. La corrupción del partido del gobierno ha sido más estructural, intensa y general que entonces, y en determinados ámbitos, como el de la comunidad de Madrid, ha alcanzado una generalidad exorbitante, desoladora, que se ha intercalado con prácticas mafiosas. A la imputación por gravísimas corruptelas de Ignacio González y de Francisco Granados, ha habido que sumar también el procesamiento de Ruiz Gallardón. Y las marrullerías del tamayazo guardan alguna relación con la época disoluta de Cifuentes, en que los másteres se prodigaban obsequiosamente y las venganzas han llegado a destruir y a expulsar a los adversarios.

Con una particularidad: ahora, la opción alternativa que se ofrece a los electores del PP ya no es el PSOE, como antaño, sino Ciudadanos. Y, como ha dicho atinadamente el periodista Rubén Amón, para la clientela popular, "Ciudadanos representa una opción natural. Presupone un territorio conocido y hasta legitimado [€] Votar a Ciudadanos no es ya un experimento. Ni una temeridad. Y no constriñe a los simpatizantes al esfuerzo emocional que implicaría entregarse al PSOE en la antigua lógica bipartidista o en los puntos de consenso socialdemócrata".

La experiencia ya se ha cumplido en Cataluña, donde Ciudadanos se ha hecho con lo que el PP era y representaba en aquella comunidad (y lo ha hecho con tanta brillantez que, además, ha conseguido un resultado que jamás logró la derecha españolista en la región). Y no tendría nada de extraño que también se cumpliera en Madrid ese dentro de un año.

El PP tiene además un problema de banquillo, que es común a la mayoría de las organizaciones políticas. Los grandes nombres que se mencionan para las futuras candidaturas madrileñas están en otras cosas -Sáenz de Santamaría, Casado- lo que recuerda aquel designio de desvestir a un santo para vestir a otro. Hemos desacreditado tanto la política -con la corrupción sistémica, sobre todo- y hemos hecho tanta demagogia con los salarios públicos que hoy es un auténtico milagro que un joven sienta inclinación a dedicarse al política, sobre todo si por sus cualidades tiene la posibilidad de un futuro profesional distinto y prometedor.

Así las cosas, el único engrudo que hoy cohesiona al PP y le da la entidad política que todavía tiene es el propio Rajoy€ quien, por talante y por historia, no aceptaría -ni tendría sentido que lo hiciera— pasar a la oposición. De donde se desprende que si las tendencias electorales actuales se mantienen y el PP se ve sobrepasado por Ciudadanos el porvenir del partido de Génova sería muy oscuro. Y el precedente del colapso de la UCD sobrevolaría de nuevo el panorama.

En los próximos meses, el gobierno de la nación deberá dar pasos decisivos en Cataluña, con trascendencia en todo el Estado, y el PP se verá zarandeado por las sentencias judiciales de los procesos por corrupción en curso (Gürtel, Púnica, Lezo€). Habrá que ver cómo la formación que ha sido referente del centro-derecha tras la UCD resuelve sus dudas y vacilaciones en la tarea de sobrevivir al múltiple cataclismo.

Compartir el artículo

stats