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EL INGENUO SEDUCTOR

La pesadilla del sueño americano

Todos sabíamos que era mentira pero la vida consiste en creer. No necesariamente en aquello que más se aproxime a la verdad. Basta con creer, aunque sea en engaños y falsificaciones. Así ha evolucionado nuestra especie: creyendo. Y cuando la mentira se vuelve insostenible, la disfrazamos de tradición y la convertimos en inmortal.

Es sencillo contar la historia siguiendo las reglas del papel pautado. El relato según los triunfadores. No le resto importancia pero nos equivocamos si no miramos hacia los márgenes, si no escuchamos a los que perdieron, porque solo su historia nos servirá para hacer de la nuestra un espacio más honesto.

Podría decir que, desde hace un siglo, los valores y teorías que han acompañado a la evolución humana han sido estadounidenses. Ellos nos han dicho qué es cultura pop y qué no, qué modas hay que seguir, qué principios económicos deben regirnos, cómo debemos relacionarnos, qué tenemos que consumir y hasta qué podemos soñar. De hecho, ellos le pusieron denominación de origen al deseo e inventaron el sueño americano. Se lo vendieron a todo el planeta con la misma convicción con la que nos han vendido la Coca Cola y el iPhone. Llegar, trabajar y triunfar. Todo es posible si lo deseas y estás dispuesto a esforzarte para conseguirlo. La gran mentira convertida en una gran estafa. Hay más anhelo cumplido en el proyecto de la clase media europea que en el sueño americano. Porque ese pensamiento, basado en la igualdad de oportunidades, se sustenta sobre un concepto de éxito puramente económico. La igualdad de oportunidades como alimento del oportunista. El triunfo es tener una cuenta corriente llena de dígitos, es olvidarse de los números rojos, es coquetear con el lujo, la exclusividad y los privilegios que te otorga el dinero. No se habla de crecimiento personal.

Hay una secuencia en el capítulo siete de la segunda temporada de American Crime Story, el dedicado al asesino del diseñador Gianni Versace, en el que vemos a un Andrew Cunanan niño que le pregunta a su padre, un estafador devoto del sueño americano, si podría ser escritor cuando sea mayor. El padre le contesta: "Si te ofrecen un millón de dólares por escribir un libro, sí. Si no es así, no". Ese es el sueño americano, la mentira que todo un planeta creyó y que hoy es, en parte, responsable del sistema de valores que se ha impuesto en la sociedad occidental.

Pero como cualquier demanda, inquietud o aspiración humana que sea susceptible de negocio, el sueño americano se reprodujo, especialmente en la década de los 90, para adaptar sus principios a la superación personal. Utilizar la teoría de la igualdad de oportunidades, del deseo y el esfuerzo como principal motor para hacer realidad tus sueños, no solo para conseguir el éxito profesional sino también para gestionar tus emociones, tus sentimientos.

"Todo lo que te atrevas a soñar es posible". "Lucha por tus sueños". El motor de los talent show. A mí ese 'paulocoelhismo' me apesta. No todo lo que deseas está a tu alcance. No basta con creer en ti. Es un bonito punto de partida pero nadie nos ha aclarado qué hay que hacer cuando el sueño se aleja en lugar de acercarse. Nadie ha explicado que a veces el esfuerzo y el talento no son determinantes para triunfar. Pocos se han detenido en los márgenes para escuchar a quienes no han sido capaces, por la razón que sea, para ver si hay que modificar el protocolo de actuación. Todo se argumenta alrededor del triunfo, de alcanzar tu sueño, de las posibilidades de hacerlo, también a título personal y sentimental: enamorar a la persona que deseas, llegar a vivir la vida que sueñas. Habitamos la sociedad del envoltorio. No importa lo que guarde el paquete, lo relevante es el papel con el que lo envuelvas y la bolsa en la que lo transportes.

Ese "lucha por tus sueños" ha dejado más cadáveres que el estrangulador de Boston. Y nadie parece escandalizarse por ello. No me fío de los motivadores de masas. Nos ponen metas pero no les interesa el relato de quienes lucharon y no las alcanzaron. Nadie pierde un segundo escuchando al que perdió. Solo interesa el perdedor ejemplarizante, aquel cuya historia sirve para reafirmar el sueño americano, que hoy ya es el sueño de tres cuartas partes del planeta. No importa que su propia motivación te genere frustración. Ese no es su problema.

Lo único que puedo decir en mi defensa es que si quieres no pasarte una noche en urgencias, no me regales jamás un objeto de Mr. Wonderful. Por tu bien.

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