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Matías Vallés

Duelos de reinas

Europa había descartado a un gobernante con algo parecido a un intelecto, y después llegó Emmanuel Macron. En uno de sus discursos recientes, el presidente francés afirma que se necesita ser libre para plantear paradojas, y que plantear paradojas es imprescindible para ser libre. Este circuito conduce a preguntarse en qué se diferencia un Govern catalán instalado en el caos, de un Gobierno en que la vicepresidenta y la ministra de Defensa no se abofetean en público porque un vídeo semejante de las Reinas españolas significó la perdición de ambas.

El remake madrileño de Sofía contra Letizia, con Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría en los papeles protagonistas, ha convertido los duelos de reinas en un factor de atracción nacional que debiera enfocarse hacia el mercado turístico. La elección de fechas tan señaladas como el Domingo de Pascua y el Dos de Mayo realza los enfrentamientos. La similitudes entre La Zarzuela, La Moncloa y la Generalitat se detienen en los comportamientos agresivos. La diferencia estriba en que el Gobierno disfuncional puede destituir al Govern informal cuando le plazca. La viceversa ni se plantea, gracias al PSOE.

En otro país resultaría curioso que las duelistas del Gobierno posean soluciones infalibles para resolver la crisis catalana, mientras empeoran al unísono la reputación del ejecutivo estatal en que se hallan encuadradas. Así, Cospedal afirmaba marcial que los ejércitos estaban preparados para una posible intervención en Cataluña. Sin embargo, en su particular dos de mayo quedó claro que se sentiría más feliz disparando un cañonazo contra las dependencias vicepresidenciales en La Moncloa.

La paradoja se repite en la otra orilla. Sáenz también presume de haber pacificado Cataluña, una hazaña que presentó en términos semejantes a los utilizados por George Bush para jactarse de la liberación a muerte de Irak. "¿Quién ha hecho que los independentistas no tengan líderes porque están descabezados?" Es decir, que su Gobierno encarcela a políticos con independencia del poder judicial, una visión original de la separación de poderes. Tras el duelo de golpes visuales de la festividad madrileña, está claro que la guillotina aplicada por la vicepresidenta a Oriol Junqueras supone un castigo insuficiente para Cospedal.

El federalismo asimétrico que predicaba Pasqual Maragall debe consistir en que Madrid resuelve el problema catalán a la vez que agrava el español. Así se explica que Cataluña sea apenas un residuo en el inventario de pesadillas de los españoles, según el CIS, en tanto que el Gobierno desata índices de preocupación inigualados desde las plagas de Egipto. A falta de saber si puede gobernarse la Generalitat desde Bruselas o Berlín, la riña entre Cospedal y Sáenz certifica que el PP no sabe gobernar España desde Madrid.

Una vez pronunciadas ambas contendientes del sañudo duelo, quedaba pendiente el veredicto del árbitro para establecer un ganador. Por tratarse del colegiado Rajoy, cabía esperar la enésima aplicación de la solución Cifuentes, consistente en resaltar que no existe motivo alguno de preocupación, para despachar a continuación con malos modos a la protagonista del escándalo. Sin embargo, el presidente del Gobierno ha aderezado su pasividad con una referencia chusca al problema candente. Según el presunto jefe de Sáenz y Cospedal, si bien más de un observador optaría por la jerarquía inversa, el escrutinio del divorcio obedece a maledicencias machistas. Aunque tal vez quiso decir terroristas, para conducir a los comentaristas del duelo de reinas ante el Supremo.

Sorprende que olisquee propensiones machistas el político que afrontó un debate con Elena Salgado refunfuñando, porque no había acudido al Congreso para medirse "con una vicepresidenta", enfatizando el género. Precisamente Cospedal tuvo que acudir en aquella ocasión en auxilio de su jefe, frente a las acusaciones de virilidad desbocada. "Como se trata de un hombre y una mujer, hay algunos que pueden intentar hacer ver aquello de un chico que pega a una chica, por decirlo de una manera muy sencilla". O como diría hoy el presidente del Gobierno, puro machismo.

Sin cuestionar la excelsa capacidad analítica de Rajoy, también asombra el afilado detector de testosterona de un líder del PP que colocaba sistemáticamente a las mujeres en el furgón de cola de cada bloque de cinco candidatos, para trampear con la ley de paridad. O el autor de la solución más expeditiva a la brecha salarial entre hombres y mujeres, "no nos metamos en eso". La esencia de su política, machista o no.

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