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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Se concilia o no se concilia

En el último pleno del Consell se tomó en consideración una propuesta del tripartito gobernante para retrasar en media hora el inicio de las sesiones ordinarias mensuales de la institución, que pasarían de las nueve a las nueve y media de la mañana, y que por lógica acabarían treinta minutos después. El motivo: que los cargos electos que han de participar en ellas puedan dejar a sus hijos en el colegio, y llegar a tiempo para cumplir con su otra obligación, la laboral. Parece una cosa fácil, ¿no? Parece que si algo tan simple le resuelve la papeleta a una madre o a un padre, y no causa quebranto alguno al resto, se aceptará sin problemas. Pudiera creerse que un asunto que no requiere ningún gasto del erario público y solo precisa un mínimo de capacidad para ponerse en la piel del otro saldrá adelante sin objeciones. Pues no. Aquí no se concilia porque no. El PP y Ciudadanos, la misma cara de los discursos políticos de antes del diluvio por mucho que vayan de modernos, se negaron en redondo a apoyar la moción con argumentos como la vagancia o la falta de compromiso de quienes la redactaron. Ojalá les saliese la hidra en temas como la corrupción y la desigualdad con el brío que demostraron en ese debate, cuando se confesaron horrorizados y acusaron al gobierno de Mallorca del delito de querer dormir más. He asistido a docenas de plenos del Consell, de Cort y del Parlament, y doy fe de que la puntualidad no es el fuerte de la política. Si se programan a las nueve suelen empezar a las nueve y media, porque sus señorías llegan y se saludan, y se echan unas risas, y se van a por fotocopias, y vuelven, y negocian un punto de última hora, y entran los de la pancarta, y se sientan, o no, y en fin. Que una cosa es perder el tiempo de forma honorable, y otra malgastarlo miserablemente dejando a los niños en la escuela con un besito.

Estoy a favor de la propuesta del Consell aunque no afecta en absoluto a mi vida porque todo paso en favor de la conciliación suma. Y lo que no supone una mejora, aunque sea ínfima porque atañe a una minoría privilegiada, representa un retroceso. Estamos ante uno de los asuntos capitales para la gente, por mucho que lo minusvaloren en sus condescendientes discursos los portavoces de la derecha, que manosean el concepto de familia pero nunca lo aceptan como argumento de peso para cambiar las cosas. Mucho me temo que cuando acabe la legislatura los progresos en cuanto a compaginar la vida familiar con la laboral serán mínimos porque se sigue considerando que estamos ante un asunto doméstico en el que cada cual debe apañárselas. "Si alguien una vez al mes no puede empezar a trabajar a las 9 es para hacérselo mirar", dijo el portavoz del PP. Me interesa mucho qué sabe él de las escoletes matineres, de los niños que se levantan dos horas antes de lo que deberían para que sus padres no pierdan el trabajo, de los precios de los comedores escolares, de las extraescolares que hay que sumar para completar una jornada laboral, del mantra 'no llego, no llego', que acompaña a la crianza. Me pregunto cómo lo haría él para cruzar la ciudad si te dan hora en el pediatra a las dos de la tarde un día entre semana, o qué hace con el niño si se pone malo. Tal vez cuenta con alguien que se ocupa de la intendencia, qué suerte.

El presidente de Mallorca, Miquel Ensenyat, dejó sobre la mesa esa media hora de la discordia para dar una oportunidad al consenso. Yo le animaría a que, si no lo alcanza, haga uso de su mayoría y la apruebe. No le hará daño a nadie y quién sabe si cunde el ejemplo, y la empatía se extiende por los centros de trabajo sin que se hunda la economía nacional.

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