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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Megasport eleva el listón de Cort

El análisis ultraliberal del cierre de Megasport establece que diez mil mallorquines buscan ahora desesperadamente un gimnasio de calidad que les cobije. Esta demanda desatada generará de inmediato una oferta de calidad simétrica, si atendemos al excelente concepto que el empresariado local tiene de sí mismo. Pésima y carísimamente aconsejado, Tolo Cursach reincide en el error de considerarse indispensable. Ya no es el árbitro. Ha regalado a la competencia una clientela adicta, que requiere su dosis diaria de endorfinas. No cabe imaginar mayor simpleza en un campeón del tráfico mercantil.

Antoni Noguera ha necesitado un año de rodaje, pero confirma que vino a dar espectáculo. En cuanto a las manifestaciones, quienes salieron a protestar contra Cort por cerrar Megasport, son los mismos que clamarían contra el ayuntamiento si dejara el gimnasio abierto y se produjera un siniestro con víctimas en las instalaciones. Ahora bien, la introducción de la ley en el salvajismo palmesano compromete al alcalde. Si se puede actuar contra el intocable Cursach, la ciudad se queda sin excusas para la barbarie urbanística que preside su cotidianeidad. Megasport eleva el listón de Cort.

Noguera se ha ganado el respeto del emperador de la noche, obligado a renegar del drástico pero improductivo cierre del macrogimnasio. Ahora bien, la contrapartida de haberse atrevido a actuar contra Cursach no puede consistir en vigilar únicamente a Cursach. Los piratas urbanísticos campan a sus anchas en Palma, con pasaporte mallorquín y suecoalemán, que no nos vengan con la farsa de los civilizados nórdicos. No solo en los inhóspitos polígonos industriales, sino en las zonas codiciadas desde Son Vida al Molinar. Y Cort se inhibe complaciente, enlazando con la tolerancia de los ayuntamientos de la derecha o de Aina Calvo. De momento, la exigencia de que el gimnasio se someta a la mínima disciplina demuestra que la aplicación de la ley es una revolución asumible. En sus años de esplendor, Cursach no hubiera dudado en contratar a un alcalde así.

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